jueves, 31 de mayo de 2012

Déficit 0. Cero Estado


A cambio de retrasar un año la reducción del déficit hasta el 3% Europa nos exige más sacrificios y más recortes, que se sumarán a los que ya se han hecho y se seguirán haciendo, pues durante esta legislatura el gasto público seguirá descendido hasta situarse en el 37,7 del PIB en 2015, niveles sólo equivalentes a la España de los años ochenta, con lo que habríamos retrocedido en bienestar social unos 30 años. Además, según el ministro de Economía, en 2016 España habrá alcanzado el objetivo tan ansiado por la ortodoxia neoliberal del déficit 0. Bravo. ¿Cuánto nos costará el déficit 0? No digo a España, sino a los españoles, ¿cuánto nos costará?

No conozco ninguna unidad económica, grande o pequeña, que equilibre sus cuentas hasta llegar al déficit 0. Imaginemos nuestras economías domésticas. Para empezar, si no nos hubiéramos endeudado ya casi de por vida estaríamos en la calle porque no podríamos haber adquirido nuestras viviendas. Es evidente que nuestro nivel de endeudamiento es soportable porque hemos tenido en cuenta los ingresos y el tiempo que necesitamos para devolver las deudas adquiridas.  Pero si se nos exigiese devolver todo lo que debemos en dos o tres años es evidente que no podríamos, ni aunque recortásemos nuestros gastos de luz, gas, teléfono, calefacción, y otras muchas cosas, lo único que conseguiríamos realmente es recortar el bienestar de los que vivimos bajo el mismo techo.

En un Estado el déficit 0 es un absurdo desde el punto de vista económico. Porque un Estado debe procurar el bienestar de sus ciudadanos y para ello tiene que promover, crear, mantener y mejorar las infraestructuras y servicios básicos que su población necesita. Y es completamente razonable hacer repercutir sobre la generación presente y las futuras el coste de estos servicios a través de los impuestos y la deuda adquirida que habrían de pagar, de la misma manera que también se beneficiarían del nivel de bienestar social alcanzado por el Estado con estas inversiones. Como denuncia el premio Nobel Paul Krugman, la obsesión por recortar el gasto público sólo conduce a agravar la depresión y a contraer el consumo y la producción. Los ingresos del Estado también caen con lo que se agudiza el problema que se quería evitar, pues las deudas del Estado y las dificultades para pagarla aumentarán en la misma proporción.

Pero, además, el déficit 0 es una barbaridad desde el punto de vista político. Porque un Estado no es una empresa, no es un negocio y no debe ahorrar dinero a costa del bienestar de sus ciudadanos. Pretender esto es confundir dramáticamente los medios con los fines. Casi da pudor tener que decir estas cosas, así que dejaré que lo haga una voz más autorizada: El dinero sólo es importante por lo que nos puede proporcionar. Lo escribió Keynes en 1923. El dinero no es, no debería ser un fin en sí mismo. El dinero debería ser el medio para adquirir bienes, materiales y servicios, que hagan más fácil y cómoda la vida de las personas. Pero esta Europa de mierda, digo de mercaderes, no conociendo el valor de nada, ha puesto precio a todo, y para ella lo que menos vale son las personas. Y exige la entrega inmediata de su dinero. El problema, por tanto, no es el déficit, sino la exigencia de rebajarlo en tiempo y cantidad de manera inflexible y suicida para los Estados, que han accedido a saquear a sus propios ciudadanos y a desmantelarse a sí mismos para poder saldar las deudas.

Reducir el gasto público es reducir el propio Estado. Reducir servicios sociales y despedir a funcionarios es vender el Estado y hacer negocio con las necesidades de las personas. ¿Pero qué coño es un funcionario, sino un trabajador del Sector Público, un ciudadano que trabaja para el bienestar de otros ciudadanos? Un funcionario es un trabajador al servicio del Bien Común. ¡Basta ya de estereotipos estúpidos sobre los funcionarios! Si estamos en un andén esperando el metro ¿cuánto queremos esperar, 5 minutos, 10, 1 hora? Si estamos en la sala de espera de un Centro de Salud, ¿cuánto queremos esperar para ser atendidos?

Accedamos. Hagámoslo. Despidamos a todos los funcionarios, sin excepción. Váyanse a la puta calle todos los conductores del metro, los del autobús y los trenes. Todos los médicos, enfermeros, celadores, cerremos todos los hospitales; despidamos a los carteros, a los bomberos, a la policía, a los barrenderos y a los que recogen las basuras, a los asistentes sociales, a los abogados de oficio, a los jueces, a los funcionarios de prisiones, a los maestros y maestras de todos los niveles educativos, cerremos todas las escuelas y universidades públicas; no gastemos un puto euro en carreteras, ni en ferrocarriles, ni en mantenimiento de infraestructuras de ningún tipo. Y no nos olvidemos de despedir a todos los políticos, diputados, senadores, ministros, y hasta el presidente del gobierno, porque, ¿no son todos ellos también funcionarios? ¿No ahorraríamos un montón de dinero al Estado, al país? Pero, ¿qué país? ¿Acaso ha quedado algo de él? Nada, sólo un solar vacío y listo ya para privatizar. Habríamos pasado de ser ciudadanos con derechos a clientes con obligación de pagar hasta por el aire que respiramos.


Sólo le veo una cosa buena. ¡Ya no tendríamos que seguir pagando impuestos! ¿O sí? A pesar de haber desmantelado todos los servicios, de haber vendido el Estado, ¿seguirían los mercaderes obligándonos a pagar impuestos? ¿Para qué? ¿Para saldar las deudas contraídas entre los bancos, cubrir sus pérdidas y pagar las jubilaciones millonarias de los banqueros?

martes, 29 de mayo de 2012

Vuelve la Inquisición


Habrá que proclamarlo las veces que sean necesarias. Y gritarlo, alto, hacia nuestra izquierda, para que, cuando vuelva el PSOE al poder, que lo hará, tenga los reaños para hacer lo que desde la oposición proclama y nunca se atrevió mientras estuvo en el gobierno. ¡Hay que separar ya de una maldita vez la Iglesia del Estado! El poder civil ni sabe, ni entiende, ni debe inmiscuirse en las creencias de los particulares. Ni para fomentar ni para castigar pretendidas ofensas a los sentimientos religiosos. Otra vez: ¡Las creencias religiosas de los gobernantes no pueden imponerse al resto de la sociedad! ¡Y LA JUSTICIA NO PUEDE CONVERTIRSE EN LA ESPADA VENGADORA DE NINGUNA CONFESIÓN RELIGIOSA!

 La libertad de conciencia incluye la libertad de pensamiento, y esta a su vez la libertad de expresión. ¿De qué me sirve la libertad de pensamiento y de conciencia si la justicia me pone un candado en la boca? A quien no le guste una obra de teatro, de cine, o de lo que sea, que no vaya, que no la vea, que no mire, que se tape los ojos y los oídos. Tiene para ello absoluta libertad. Parecían lejanos los días en los que una turba de fanáticos se arrodillaba con el rosario al cuello a las puertas de los cines donde se proyectaba La última tentación de Cristo. Parecían lejanos los días de la Inquisición, pero no, están aquí. Pensábamos que el PP había hecho retroceder a la sociedad española 30 años, pero nos ha retrotraído a la Edad Media. ¡Cuánta hipocresía! Los mismos que ahora se rasgan las vestiduras por el vídeo de Crahe justificaban no hace mucho las burlas al Islam en las famosas viñetas contra Mahoma.

¡PSOE, apunta!: Receta para una política religiosa propia del siglo XXI. Para extirpar la moralidad religiosa de la acción y del ejercicio de la política empiécese por tirar a la basura los símbolos religiosos que aún adornan la toma de posesión de los altos cargos de la administración. A continuación sáquese el adoctrinamiento católico de la Escuela Pública. Precisamente porque es pública, y las creencias son privadas. Que no tema la Iglesia por esto. Porque seguramente no le faltarán buenos católicos que acudan a sus propios establecimientos para recibir sus enseñanzas…¿o no? Por supuesto no hay que olvidarse de obligar a la Iglesia, (como a cualquier otra Confesión) a pagar religiosamente los impuestos que deba, como hacemos los demás como buenos cristianos. Hay que eliminar del Código Penal el artículo 525 por absurdo y anacrónico. ¿Cómo puede la Justicia castigar la ofensa a los sentimientos religiosos? ¿Y por qué entonces sólo los religiosos? Cuando todo esto ya esté suficientemente cocinado, entonces podremos poner la guinda (roja) sobre este nuevo Estado libre de adherencias medievales. Regular el derecho a la muerte digna. Quien quiera hacer penitencia en el último escalón de su existencia que la haga. Quien quiera morir sufriendo que se vaya sufriendo. Pero nadie tiene derecho a imponer a toda la sociedad una moral arcaizante cuando la medicina del siglo XXI puede garantizar una despedida sin dolor, sin sufrimiento, humana. ¿Puede la medicina ayudarnos a venir a este mundo, a vivir en él, pero no a dejarlo?


Que no tema la Iglesia. No va a desaparecer. Y seguro que no hará disminuir el número de católicos. Quizá algunos descubran que les movía más la costumbre que el verdadero convencimiento, pero a estos no los quiere la Iglesia. No, no tiene la Iglesia nada que temer: ¿a quién puede perjudicar que la Iglesia se separe del Estado? ¿Puede perjudicar a la Iglesia que la gente viva según su propia conciencia? ¿No habrá perdido la Iglesia la fe en sus seguidores…verdad?

sábado, 26 de mayo de 2012

¡Que viene el Coco!


Parece que Bankia tiene al gobierno cogido por los cocos, porque, después de haber saboreado los primeros 4.500 millones de euros, como cualquier buen extorsionista, ha cogido la palabra al ministro ese del Guindo que había afirmado hace poco que para salvar a la banca cogería de las arcas públicas todo el dinero que hiciese falta; así que los nuevos bankieros le exigen ahora otros 19.000 millones más. ¡Pero calma!, nos dice ese del Guindo, ¡es sólo un préstamo! La operación generará beneficio cuando Bankia vuelva a ser privatizada. Pero de momento no sueltan los cocos, y duele, porque de cumplirse la operación se tragará de un solo bocado el futuro de la sociedad española por mucho tiempo.

La jerga económica vuelve a ocultar la realidad, y, lo que es más grave, el chantaje de los bancos, utilizando los depósitos de los ahorradores como rehenes amenazando con un desastre mayor si ahora no se les da el dinero que piden, está desviando la atención sobre lo que no se está haciendo, ni se piensa hacer mientras estemos gobernados por cajeros de ventanilla cómplices y recién caídos del Guindo (de Lehman Brothers) que obedecen sin rechistar a sus amos.

Vayamos primero con la jerga económica. El Decreto de Reforma financiera aprobado hace poco establecía la posibilidad a los bancos con problemas de acudir al Fondo de Reestructuración y Ordenación Bancaria y tomar en préstamo dinero público a través de dos instrumentos financieros. El primero son las Participaciones Preferentes, bonos de deuda a plazo perpetuo. Los bancos que reciben dinero por esta vía no tienen obligación de devolver el dinero prestado y sólo paga intereses si obtiene beneficios. El segundo instrumento son los Bonos Convertibles Contingentes (cocos). Son también títulos de deuda pública que hay que devolver en un plazo de cinco años al 10 % de intereses. Pero si el banco no puede devolver el dinero en el plazo y en las cantidades estipuladas los bonos se convierten en acciones, en títulos de propiedad de la entidad financiera. Es lo que pasó con Bankia, que ni siquiera esperó a que concluyera el plazo. Y ahora resulta que el Estado es copropietario de un banco que sigue siendo privado, pero que ya no tiene que devolver las cantidades prestadas por el FROB. Era de temer, como así ha ocurrido, que con el cordón umbilical ya conectado a las arcas públicas, el Estado, como accionista mayoritario de los bancos así intervenidos, no tuviera más remedio que seguir inyectando dinero para sanearlos, tapando agujeros hasta que recuperen su valor en bolsa. Es entonces cuando se nos dice que el Estado venderá las acciones que posee de estos bancos y recuperará así el dinero invertido (o el que se había prestado al inicio de la operación con cualquiera de los dos instrumentos anteriores). Lo ha dicho muy clarito el nuevo bankiero al referirse al dinero que ahora piden: “Es capital y no hay que hablar de devolver nada, sino de crear valor para los accionistas. No son ayudas, ni aportaciones a fondo perdido, y será responsabilidad de los gestores [privados supongo] crearles valor”. ¡Chúpate esa!

En fin, es posible que ahora salga más barato al Estado salir a rescatar una entidad como Bankia que dejarla caer. Pues el Fondo de Garantía de Depósitos no podría cubrir las cuentas de los millones de ahorradores y depositantes de Bankia y de otras entidades, y tendría que asumirlo de todas maneras el Estado con dinero público. Tendremos que tragarnos ese sapo.

Pero…, ahora viene el cabreo del ciudadano. ¿Cuándo coño tendremos un Decreto Ley para controlar el sistema financiero y no sólo para salvarlo? ¿Para sentar en el banquillo a los responsables que nos han llevado a todos a la ruina, para limitar los sueldos astronómicos de sus directivos, para obligarles a aceptar la dación de la vivienda en pago por la hipoteca, para prohibir las comisiones abusivas, para prohibir las operaciones especulativas y para hacerles pagar un impuesto por las transacciones bancarias, para obligarles a prestar el dinero que aún retienen, para…?

¿Cuándo coño tendremos un plan de rescate de los Servicios Sociales para tiempos de crisis similar a los que tenemos para el sector financiero? ¿Por qué coño no hay un puto euro para salvar la Educación o la Sanidad, y sí todos los que haga falta para salvar a los bancos?

Ya sé que esto se ha preguntado muchas veces, pero, ¿hemos obtenido alguna respuesta?

Desde luego el Sistema Capitalista es perfecto para sus cada vez más escasos beneficiarios porque, hasta cuando pierden, ganan. 

jueves, 24 de mayo de 2012

Jesucristo de los Indignados reprende a Rouco Varela


Va a resultar difícil encontrar algo más rastrero que oír a un sacerdote utilizar la pobreza ajena como rehén para no pagar impuestos. Con independencia de las cifras sobre la cuantía exacta que tuviera que pagar la Iglesia, y la repercusión real de su amenaza, lo que resulta verdaderamente sorprendente es oír semejante despropósito en boca del representante de una institución que vive precisamente de la más que generosa caridad del Estado; y lo hace, se supone, por la labor social que desempeña. Pues va a ser que no. El propio señor Rouco se ha planteado la disyuntiva entre la caridad y la avaricia y ha elegido la avaricia. Debería caer muerto en el acto como cayeron Ananías y su esposa Safira también por avariciosos (Hechos 5).

Como la cosa clama al cielo, a ello voy. Porque no hay nadie mejor para reprender al señor Rouco que el propio Jesucristo. Sin duda, esto es lo que le diría:

Cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas. (Mt 6, 2)

No amontones tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre  que corroe y ladrones que socavan y roban. Amontonaos más bien tesoros en el cielo…porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón. (Mt 6, 19-21)
No podéis servir a Dios y al Dinero. (Mt 6, 24)

Todo el que pide recibe…¿O acaso hay alguno de vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra? (Mt 7, 8-9)

Dirigíos más a las ovejas perdidas de la Casa de Israel….Curad enfermos, purificad leprosos. Gratis lo recibisteis, dadlo gratis. No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas. (Mt 10, 6-9)

[A Jesús] Despide a la gente para que vaya a los pueblos y se compren comida. Mas Jesús les dijo: No tienen  porqué marcharse; dadles vosotros de comer. (Mt 14, 15-16)

Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres. (Mt 19, 21)

Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que un rico en el Reino de los Cielos. (Mt 19, 24)

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato y por dentro estáis llenos de rapiña e intemperancia! (Mt 23, 25)

Si prestáis a aquellos de quien esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? (Lc 6, 34)

Cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes no puede ser discípulo mío. (Lc 14, 33)

[A Pedro] ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres! (Mt 16, 23)

Sí, más de una vez Pedro hacía honor a su nombre por la dureza de su mollera para entender el mensaje de Jesús. Rouco es, de verdad, un digno discípulo de Pedro, pero no de Jesús.











martes, 22 de mayo de 2012

Deudas


Europa, Elektra despiadada que reniega de la madre que la amamantó. Y le pide cuentas. ¡Ingrata! ¿Qué no le debe Europa a Grecia? ¿Qué hubiera sido de Europa sin Grecia? ¿Qué de la Ciencia, la Historia, el Arte, la Filosofía? ¿Hemos de devolvérselo? Quedaríamos mudos de la mitad de las palabras, mudo por tanto el pensamiento, mudos la razón y el entendimiento.

Esperando hallar ayuda y alimento, se metió Grecia sin saberlo en la cueva de Polifemo, en tierra de cíclopes, donde cada uno es legislador de sus hijos y esposas y no se preocupan unos de otros. Allí encontró a un monstruo de un solo ojo y un único pensamiento.

No, no es el hombre la medida de todas las cosas. No hay virtud frente al espejo de Sócrates. Tampoco hay preguntas, porque en época de ignorancia no se tienen dudas. El monstruo sólo sabe que se le debe, y devora hasta su propia alma sin que Nadie se le oponga esta vez.

Elektra ingrata y despiadada. Grecia, obligada a morir. Parta pues, en mala hora, con los óbolos imperiales para el Barquero, que los presta el mismo que los reclama.

¡Apolo, borra de tu templo las sabias palabras! Ni Atenea entiende ya nada.

sábado, 19 de mayo de 2012

Nueva asignatura: Educación neoliberal y Católica


Rectifico: este señor es imwertcil. Además tiene pinta de monaguillo vicioso por lo que no tiene ningún problema en hacer de correveydile de la Conferencia Episcopal. Y pretende meternos por la parte de atrás otra asignatura de doctrina católica disfrazada con el nombre de Educación Cívica y Constitucional. Por fin hemos conocido el borrador que va a cambiar la actual materia de Ciudadanía, y resulta vomitivo. Y otro motivo más para ir a la huelga el día 22. La derecha siempre considera doctrina las opiniones de los demás, y está dispuesta como remedio a hacernos tragar la suya propia. Pero se trata de la realidad. Y por más que el señor Wert le dé la espalda no desaparecerá. Y aunque pretendan borrarla de un libro de texto siempre seguirá fuera, en la calle, en el mundo. Y debemos preparar a nuestros alumnos para enfrentarse al mundo real, y darles armas para analizarlo, criticarlo y mejorarlo. Pero el señor Wert quiere que los niños salgan de la Escuela adormecidos, ignorantes, sumisos, y con unas gafas rositas para no ver los problemas que los aguardan en la vida real. Porque en la calle sigue habiendo racismo, xenofobia, homofobia y sexismo. Y en la calle sigue habiendo homosexuales y matrimonios de todas clases, incluso “familias en el marco de la Constitución Española” rotas, divorciadas, en cuyo seno existe la violencia hacia la mujer y los hijos…¿esto también hay que ocultarlo?

El futuro decreto elimina también las referencias a las desigualdades económicas y sociales, y se supone que ya no tenemos que fomentar actitudes críticas y de compromiso frente a ellas. Tampoco podemos decir ya que “la falta de acceso a la educación es una de las fuentes de la pobreza”. Y que lo diga un señor Ministro de Educación tiene su miga, porque confirma la importancia que le atribuye a la educación y los objetivos que persigue.

En este mundo color de rosa, sin problemas, sin ricos ni pobres, vuelve a introducirse la ideología neoliberal como ya lo hizo en la Constitución, como si eso no fuera adoctrinamiento. La asignatura incluirá un nuevo epígrafe sobre la dimensión económica del ser humano en donde se alude al “papel de la iniciativa económica privada en la generación de riqueza y el fomento del espíritu emprendedor”. Adam Smith en estado puro.

El señor Wert quiere que convenzamos a los niños de que la realidad no existe, de que vivimos en una Disneylandia en permanente felicidad. En mis clases intentaré, como siempre, contribuir en lo que pueda a hacer ciudadanos conscientes y críticos con la realidad que se encontrarán cuando los echemos al mundo para que contribuyan también a mejorarlo. No estoy dispuesto a contribuir en su adormecimiento ni en su conformismo. Conmigo que no cuente el señor Wert para fabricar zombibambis a escala nacional.  

martes, 15 de mayo de 2012

Hay que ser imbécil


Hay que ser imbécil o creer que lo somos todos los demás para afirmar que los recortes y las reformas en el Sistema Educativo Público no afectan a la calidad de la enseñanza.

Hay que ser imbécil para sostener que aumentando el número de alumnos por clase puede mantenerse la “enseñanza personalizada” que todavía se exige. Que es posible seguir manteniendo una atención adecuada a la diversidad del alumnado reunida en un aula, incluyendo a alumnos con necesidades especiales de apoyo educativo. Hay que ser imbécil para seguir diciendo que con más alumnos y menos profesores puede seguir atendiéndose a cada alumno según sus necesidades.

Hay que ser imbécil para no entender que con menos profesores y más alumnos muchos recursos esenciales se resienten o simplemente queden desatendidos. Porque si, además se ha ampliado el horario lectivo de los profesores, no pueden éstos ocuparse de la biblioteca, ni preparar prácticas de laboratorio, ni pueden cubrirse las ausencias de los profesores que acompañan a los alumnos en las actividades extraescolares por lo que muchos Centros han optado por eliminarlas. Y si no hay profesores de apoyo, ¿quién se atreverá a llevar a más de 30 adolescentes a un laboratorio, o a un taller, repletos ambos de sustancias y herramientas peligrosas?

Hay que ser imbécil para no entender que dos horas lectivas más no son sólo dos horas más de trabajo. Puede suponer un grupo de alumnos más, en muchos casos una materia más, y por tanto un aumento de horas en preparación, en corrección de ejercicios, cuadernos, exámenes; y  en reuniones de coordinación y evaluación.

Hay que ser imbécil para no entender que dos horas lectivas más a cada profesor, por sistema y sin excepción, obliga a muchos de ellos a asumir materias para las que ni siquiera son afines. Antes de la reforma muchos departamentos didácticos ya tenían que cargar a alguno de sus miembros con 20 o 21 horas de clase, pero de las materias propias de cada departamento. Ahora, al hacerlo por sistema con toda la plantilla, muchos departamentos que no tienen suficiente carga horaria tienen que asumir materias de otros, y así puede darse la paradoja de que en un Instituto un profesor de Música imparta Historia o Francés, y en otro, el profesor de Francés, tenga que enseñar Música, Historia o Ciencias Naturales.

Hay que ser imbécil para afirmar que con una reducción drástica del presupuesto asignado a cada Centro se puede seguir manteniendo la calidad de la enseñanza, aunque se le pague mal y con bastante retraso. Este invierno en muchos institutos sólo tenían presupuesto para calefacción, luz y teléfono. Otros muchos ni siquiera podían cubrir estos gastos corrientes. ¿Cómo pensar entonces en hacer fotocopias, reponer material dañado por el uso, comprar libros, o adaptar el Centro a las nuevas tecnologías comprando ordenadores, proyectores…? La tecnología más avanzada que podemos encontrar todavía en la gran mayoría de las aulas consiste en una pizarra y una tiza. ¡Y todavía se acusa a los profesores de impartir clase con métodos del siglo XIX!

Hay que ser imbécil o no tener ni puñetera idea de educación, o mucha malicia, para sostener que la calidad de la educación depende sólo de los profesores y de lo bien o mal pagados que estén. Como si los profesores tuvieran poder para decidir el número y el tipo de alumnos que tienen en clase, o el número de horas que necesitan para impartir su materia, o la cantidad de materia que se puede o se debe impartir. Y como si pudieran decidir y obtener por sí mismos los recursos materiales que necesitan.

No creo que el señor Wert sea imbécil. Es peor, porque está siguiendo un política deliberada de acoso y derribo de la Educación Pública. Al igual que Napoleón, del que se habla mucho estos días, nuestro gobierno desconfía del talento si ha salido de las clases humildes porque la pobreza unida a la inteligencia es un fermento revolucionario. Y así, la política que el señor Wert tiene en la cabeza para la Enseñanza Pública tiene más de degradación que de educación, y con un objetivo muy claro. En la antigua Grecia había un padre avaricioso que quería ahorrar en la educación de su hijo. Le preguntó el susodicho a Aristipo, discípulo del gran Sócrates, cuánto pedía por la educación de su vástago. Al oír la cantidad de mil dracmas el hombre exclamó muy ufano que por esa cantidad podía comprar un esclavo para hacer ese trabajo. A lo que Aristipo le replicó: Entonces tendrás dos esclavos, tu hijo y el que compres.

viernes, 11 de mayo de 2012

Revolución (e indignación) en democracia. Conclusión


Por todo lo expuesto hasta ahora, parece evidente que en democracia es muy difícil, yo diría que imposible, que estalle una revolución. Porque los mecanismos de prevención establecidos por el propio sistema funcionan, pues una inmensa mayoría de ciudadanos engañada por las apariencias de la democracia considera la revolución innecesaria. Incluso con un deterioro constante de sus condiciones de vida es muy difícil que en un corto periodo de tiempo recupere un nivel de conciencia y de iniciativa suficientes como para levantarse contra un gobierno que cree fue elegido democráticamente. Nos hemos creído demócratas, y como tales hemos aceptado con resignación la decisión de la mayoría. Toca aguantar y esperar a las próximas elecciones para contribuir con nuestro voto a un cambio de rumbo en la situación política. Mientras tanto, siempre podemos ejercer nuestro derecho a la protesta acudiendo a las manifestaciones, creyendo igualmente que en democracia es el único medio legítimo para dar rienda suelta a nuestro enfado contra el gobierno. Además, el ciudadano, el pueblo, necesita creer en la democracia, porque cree que su propia situación socioeconómica está tan vinculada a ella que cualquier movimiento de masas que la haga temblar repercutirá inevitablemente en su modo de vida. La clase media es conservadora, quiere conservar lo que tiene, lo que ha conseguido, y para ello necesita creer en la democracia.

El bipartidismo que se consolida por todas partes es una consecuencia clara de esa necesidad. El voto de esta masa sin definición ideológica bascula sin problemas de un lado a otro según le empujen el último titular, el último desengaño o el último escándalo. Hasta el momento los tres mecanismos de prevención han funcionado, y seguirán funcionando siempre que el capitalismo cuide la máscara de la democracia y cuide a la clase media que le sirve de sostén.

Pero otros muchos ciudadanos han visto con esta crisis lo que realmente se oculta detrás de la máscara y han gritado y pedido una Democracia real ya. A estos ciudadanos el propio sistema los ha llamado antisistema, equiparándolos despectivamente a delincuentes comunes y asociándolos a la violencia de estos últimos. Y muchos otros ciudadanos han caído en la trampa del lenguaje, como cayeron en el pozo de la verborrea económica para aceptar sin rechistar el recorte de sus derechos.

Pero hay que seguir insistiendo, hay que seguir diciendo donde y cuando se pueda que la revolución, o, mejor, la cada vez más deseable y necesaria insurrección ciudadana es precisamente para defender la democracia, para exigir bastante más democracia y bastante menos corrupción y egoísmo en el sistema. 

miércoles, 9 de mayo de 2012

Mecanismo 3 (y último): Clase media (o la inconciencia de clase)


La existencia de una amplia clase media es el tercero y último de los mecanismos de defesa de la democracia, que, como decíamos, lo es a su vez del capitalismo. La creación de esta clase media ha ido gestándose desde el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando ya se hizo más que evidente la necesidad de la intervención del Estado para corregir los desvaríos del sistema, que habían provocado dos grandes crisis y dos guerras mundiales. Sin entretenernos mucho en este asunto, puede decirse sin más que la consolidación de esta Clase Media es un éxito tanto del capitalismo como de la socialdemocracia, pues durante la segunda mitad del siglo XX la política obligó a la economía a dejar fluir hacia abajo, hacia el pueblo, una pequeña parte de la riqueza que generaba. Claro que el fantasma del fascismo superado, y del bolchevismo soviético contemporáneo actuaba siempre de amenaza latente de hacia dónde podrían ir los acontecimientos si el capitalismo no se aliaba con la democracia. Esta riqueza, como si de una limosna se tratara, se fue concretando en derechos sociales y laborales, en la construcción de una red asistencial y de servicios públicos, y en unos salarios que permitían a los trabajadores vivir con una cierta dignidad y comodidad. Como aseguraba Maquiavelo, “nadie hace el bien sino por obligación”, y al capitalismo se le obligó a ser algo más humanitario, y así la socialdemocracia parecía triunfar.

El Estado, ese monstruo que marxistas y anarquistas querían hace poco exterminar, de pronto parecía convertirse en una institución que por fin se preocupaba por el bien común, sustituyendo la dominación y la explotación que le había caracterizado, por la mediación y la redistribución de la riqueza que generaba el sistema. La ampliación de esta base social de apoyo a la democracia y al capitalismo, que ahora parecía no ser tan malo, se convirtió en lo que hemos llamado colchón social, porque ha conseguido amortiguar las diferencias de clase, no las ha suprimido, porque ricos y pobres sigue habiendo, pero en unos niveles que la clase media puede soportar. Esta amplia clase media ha roto la bipolaridad social sobre la que se basaba el discurso marxista, pues ha ocultado o difuminado, cuanto menos, los antagonismos entre los otrora llamados explotadores y explotados.

La socialdemocracia sustituyó la lucha de clases por la lucha del mérito y el talento entre los miembros de una misma clase, entre los propios trabajadores. Es la llamada meritocracia, otro de los grandes logros del sistema. Pues la clase media se había llegado a convencer de que el sistema permitía el éxito personal con independencia de la renta o la extracción social, sólo había que formarse y trabajar duro para conseguirlo. En esto consistía la igualdad de oportunidades. Si un individuo fracasaba, pensábamos, la culpa es sólo suya, no del sistema. Como consecuencia, se ha eliminado la verdadera conciencia de clase y se ha sustituido la lucha colectiva por un individualismo egoísta y corporativo que anula la conciencia social. Ni qué decir tiene que esa igualdad de oportunidades es más hipotética que real. La extracción social sí importa, importa la familia y los estímulos que pueda ofrecer o las necesidades que pueda tener. Como la igualdad de oportunidades se establece en los inicios del proceso formativo del individuo, dejaba ya bastante en entredicho la realidad de la meritocracia el hecho de que en el sistema capitalista admitamos sin cuestionarlo la existencia de dos modelos educativos, uno público y otro privado, pero ahora, con los brutales recortes que está sufriendo la Educación Pública, la pretendida igualdad de oportunidades se ha revelado simplemente falsa.

Esta clase media y el engaño de la meritocracia han desarmado ideológicamente a los partidos de izquierda porque, diría Marx, ha dejado de pensar y de comportarse como “clase”, ha dejado de ser “clase” en sentido estricto, porque no tiene conciencia, no sabe el lugar que ocupa en el sistema capitalista. Y por eso vota a derecha o a izquierda sin demasiado criterio ni juicio crítico, según le va a cada individuo personalmente. Por eso decía Engels que el sufragio universal es el índice que mide la madurez de la clase obrera. Y así, hasta los partidos mayoritarios que se llaman de izquierda basculan hacia su derecha llevando a cabo políticas “centradas” en buscar el voto de esta masa inconsciente. Engañada, o inmadura, tanto da, es capaz de votar a los partidos de derechas sin caer en la cuenta de que están haciendo inclinar la balanza hacia el capitalismo inhumano y egoísta que tantos problemas provocó en el pasado.

En esta crisis, los recortes en derechos sociales y en servicios públicos están golpeando especialmente a la clase media. Desempleo, disminución de salarios, desamparo laboral, subida de impuestos, desmantelamiento de los servicios públicos, etc., han despertado la alarma en el pueblo de media Europa, que se está movilizando y saliendo a la calle, ejerciendo su derecho a la protesta, en contra y a despecho de nuestro gobierno que hubiera querido la aceptación callada y sumisa de cada uno de los golpes. Pero es una política económica suicida, permitir el hundimiento de la clase media va en contra del capitalismo mismo y de la democracia que lo protegía. Despierta lo que el búlgaro Tzvetan Todorov llama enemigos íntimos de la democracia, porque emergen de su seno y de sus propios errores. El populismo, que puede manifestarse tanto bajo la forma de nuevos fascismos como de nuevos comunismos, es uno de ellos. Y está pasando. Los más de seis millones de franceses que votaron ultraderecha, y los 21 diputados que han obtenido los neonazis en Grecia son síntomas nada despreciables. Y el último aviso, que parece que ha calado en el ánimo de los políticos, que han empezado ya a hablar de la necesidad de estimular el crecimiento. A buenas horas mangas verdes (¿azules?) que diríamos aquí. Sin embargo no se trata tanto de los errores de la democracia como de los del capitalismo. Éste se ha sentido tan seguro, ha controlado tanto a la política, tanto la ha sometido, que ha pensado que podía prescindir de la democracia. Lenin pensaba que la extinción del Estado capitalista implicaba la extinción de la democracia porque se haría innecesaria. Esto me produce una seria duda que formulo con congoja, porque, está claro que el capitalismo se parapeta detrás de la democracia, que la necesita, pero, ¿necesita la democracia al capitalismo? 

lunes, 7 de mayo de 2012

Banca Tóxica


Bueno, ya sabemos dónde van a ir los diez mil millones que se van a recortar en Sanidad y en Educación. Se van a prestar a Bankia para sanear una parte de sus activos tóxicos inmobiliarios. Increíble e indignante. El atraco y el lenguaje que lo disfraza. Habrá que prepararse para recibir como un puñetazo en el estómago y en la dignidad el Decreto de Reforma Financiera que se nos viene encima.

Con tanta palabreja no sé si me he enterado bien. Durante la burbuja inmobiliaria los bancos prestaron alegremente a particulares, a promotoras, y ellos mismos se convirtieron en promotores inmobiliarios comprando suelo y financiando la construcción de viviendas, esperando sacar tajada del negocio con los precios astronómicos a los que estaba y aún está la vivienda en España. Incluso acudieron al mercado de capitales para poder seguir engordando con sus préstamos la burbuja. Con el estallido de la crisis el gobierno acudió en ayuda de los bancos con el dinero de todos para evitar su derrumbe. Y para falsear sus cuentas. Porque aunque todo ese dinero invertido y prestado puede darse por perdido, los bancos no lo incluyen en el capítulo de pérdidas y se niegan a bajar los precios de la vivienda manteniéndolos a precios de burbuja. Este capital de difícil recuperación es lo que el sector llama activos tóxicos. Ahora el gobierno va a sacar la basura de los bancos. Va a permitir sacar esas pérdidas de sus balances, colocarlas en otro sitio para que el mal olor no lo impregne todo. O sea, les permite falsear las cuentas de manera oficial. Pero el mal olor perdura. Porque todo esto huele muy mal. Si estos activos hay que sanearlos, es decir, darles salida ajustando sus precios a los actuales precios de mercado posburbuja, ¿quién va a asumir sus pérdidas?, ¿los bancos? Me temo que es otra operación de rescate encubierta, que el gobierno asumirá el diferencial, y que lo engrosará en el déficit estatal para hacérnoslo pagar después con más recortes y subidas de impuestos.

Para los economistas, debe ser apasionante ver con qué nuevos eufemismos, con qué nuevos mecanismos de ingeniería económica pretenderá el gobierno convencernos de que no va a hacer lo que está haciendo. El resto de ciudadanos lo recibiremos como una nueva patada en los orgullos e ingenuidades. Por si alguien pensaba todavía que la preocupación de un gobierno debía ser el bienestar de los ciudadanos. Menuda estupidez.

martes, 1 de mayo de 2012

La Iglesia, los homosexuales y otras cosas objetivas


"La homosexualidad es, objetivamente,
una conducta desordenada"
La Iglesia es una asociación, un club. Y como tal es lícito que tenga unos estatutos y unas normas que imponer a sus afiliados. Y también es muy normal que quien quiera formar parte de este club deba acatar sus normas. Pero los miembros de este club no acaban de enterarse de que ni pueden ni deben intentar imponer sus normas y sus valores a las personas que no forman parte de él. Por tanto, es verdad lo que dice el señor Camino, portavoz de la Conferencia Episcopal, la Iglesia no es quién para decir qué es o qué no es la homosexualidad, aunque tampoco lo es la medicina ni la psicología. Y decir que la homosexualidad es “objetivamente una conducta desordenada” resulta poco menos que grotesco en boca de alguien que basa su existencia y sus creencias en la Fe, quizá el concepto más contrario a la razón y a la objetividad. Y si de conductas sexuales hablamos, es de suponer que el calificativo “desordenado”  quiere decir aquí “antinatural”, pues debe ser la naturaleza el punto de referencia del “orden” establecido. Pues bien, ¿hay algo más contra la naturaleza misma del hombre que renunciar al sexo? ¿No es esto una conducta objetivamente desordenada? Sí, lo es. La prueba evidente es que la naturaleza misma se rebela, imposibilitando la represión del instinto sexual incluso entre los miembros de la Iglesia que acaban cayendo, no en pecado, sino en picado hacia el delito de pederastia. Es “objetivo”, que la naturaleza acaba siempre venciendo a su Fe.

Pero ni me sorprenden ni me dan miedo los exabruptos que pueda proferir una institución medieval en pleno siglo XXI. Temo bastante más a los políticos, los legisladores, por el crédito que puedan darle a sus declaraciones. Porque existe el peligro real de que quieran imponer a los demás las creencias y la moral del club del que ellos mismos forman parte, confundiendo fatalmente las labores encomendadas por el Pacto Social. Como decíamos en otra entrada, ni las creencias, ni la moral que guía la vida privada de cada individuo ha sido cedida al legislador, por lo que el gobierno de ninguna manera debe legislar sobre asuntos que pertenecen exclusivamente a su vida privada y a su conciencia. Es de una soberbia intolerable pensar que alguien tiene derecho a imponer a los demás su propia conciencia y moralidad, y muchos menos una asociación de hombres por grande y antigua que sea. Creo que ya puede decirse claramente. La existencia de la Iglesia es contraria a los valores de la democracia, por cuanto que ni cree ni tolera el derecho de todas las personas a vivir y ejercer su libertad como le plazca, siempre que no viole el derecho de los demás a obrar de la misma manera. Incluido, claro está, el derecho a decidir con quién se mete cada uno en la cama.

Si la democracia es el mejor sistema para ejercer los derechos humanos, debe también admitirse que éstos sólo pueden ampliarse, nunca reducirse. Porque un derecho se usa, o no; se ejerce, o no. Un derecho no obliga a nadie a hacer o pensar conforme a ese derecho, sólo permite a los demás ejercerlo con libertad y responsabilidad. Pero la Iglesia, y sus fieles y simpatizantes, en su infinita soberbia, actúan como si no hubiera más moralidad que la suya, y quieren obligar a los demás a no hacer lo que ellos no harían, suprimiendo o restringiendo por ley los derechos y libertades individuales. Más claro. Un derecho es voluntario, depende de la conciencia de cada cual usarlo o no; una ley obliga o impide a todo el mundo, con independencia de su conciencia. Y así, resulta que vivo no según mi conciencia, sino con la conciencia impuesta de otro. Yo no me casaría con un hombre, pero ¿por qué voy a impedir que otro lo haga, con qué derecho voy a legislar sobre el sexo, el amor y el afecto, decidiendo yo por él, en lugar de él, con quien me parece bien o mal que ese afecto se manifieste, premiándolo con derechos civiles, o negándoselos? Recordemos que el PP aún mantiene un recurso de inconstitucionalidad sobre el matrimonio homosexual.

Ayer fue el divorcio, hoy el matrimonio homosexual, el aborto, la muerte digna…Vivimos en una democracia secuestrada por la moral de una Iglesia que todavía consigue convertir en ley sus propios prejuicios y desvaríos. Y es lamentable que el único partido que se dice de izquierdas y progresista con posibilidades reales de gobernar todavía no nos haya liberado.

Lo dicho, no me da tanto miedo lo que diga el señor Camino, o el señor Rouco, o el obispo de Alcalá, como ver a la señora Cospedal, presienta de Castilla-La Mancha, de fervorosa costalera.