martes, 29 de mayo de 2012

Vuelve la Inquisición


Habrá que proclamarlo las veces que sean necesarias. Y gritarlo, alto, hacia nuestra izquierda, para que, cuando vuelva el PSOE al poder, que lo hará, tenga los reaños para hacer lo que desde la oposición proclama y nunca se atrevió mientras estuvo en el gobierno. ¡Hay que separar ya de una maldita vez la Iglesia del Estado! El poder civil ni sabe, ni entiende, ni debe inmiscuirse en las creencias de los particulares. Ni para fomentar ni para castigar pretendidas ofensas a los sentimientos religiosos. Otra vez: ¡Las creencias religiosas de los gobernantes no pueden imponerse al resto de la sociedad! ¡Y LA JUSTICIA NO PUEDE CONVERTIRSE EN LA ESPADA VENGADORA DE NINGUNA CONFESIÓN RELIGIOSA!

 La libertad de conciencia incluye la libertad de pensamiento, y esta a su vez la libertad de expresión. ¿De qué me sirve la libertad de pensamiento y de conciencia si la justicia me pone un candado en la boca? A quien no le guste una obra de teatro, de cine, o de lo que sea, que no vaya, que no la vea, que no mire, que se tape los ojos y los oídos. Tiene para ello absoluta libertad. Parecían lejanos los días en los que una turba de fanáticos se arrodillaba con el rosario al cuello a las puertas de los cines donde se proyectaba La última tentación de Cristo. Parecían lejanos los días de la Inquisición, pero no, están aquí. Pensábamos que el PP había hecho retroceder a la sociedad española 30 años, pero nos ha retrotraído a la Edad Media. ¡Cuánta hipocresía! Los mismos que ahora se rasgan las vestiduras por el vídeo de Crahe justificaban no hace mucho las burlas al Islam en las famosas viñetas contra Mahoma.

¡PSOE, apunta!: Receta para una política religiosa propia del siglo XXI. Para extirpar la moralidad religiosa de la acción y del ejercicio de la política empiécese por tirar a la basura los símbolos religiosos que aún adornan la toma de posesión de los altos cargos de la administración. A continuación sáquese el adoctrinamiento católico de la Escuela Pública. Precisamente porque es pública, y las creencias son privadas. Que no tema la Iglesia por esto. Porque seguramente no le faltarán buenos católicos que acudan a sus propios establecimientos para recibir sus enseñanzas…¿o no? Por supuesto no hay que olvidarse de obligar a la Iglesia, (como a cualquier otra Confesión) a pagar religiosamente los impuestos que deba, como hacemos los demás como buenos cristianos. Hay que eliminar del Código Penal el artículo 525 por absurdo y anacrónico. ¿Cómo puede la Justicia castigar la ofensa a los sentimientos religiosos? ¿Y por qué entonces sólo los religiosos? Cuando todo esto ya esté suficientemente cocinado, entonces podremos poner la guinda (roja) sobre este nuevo Estado libre de adherencias medievales. Regular el derecho a la muerte digna. Quien quiera hacer penitencia en el último escalón de su existencia que la haga. Quien quiera morir sufriendo que se vaya sufriendo. Pero nadie tiene derecho a imponer a toda la sociedad una moral arcaizante cuando la medicina del siglo XXI puede garantizar una despedida sin dolor, sin sufrimiento, humana. ¿Puede la medicina ayudarnos a venir a este mundo, a vivir en él, pero no a dejarlo?


Que no tema la Iglesia. No va a desaparecer. Y seguro que no hará disminuir el número de católicos. Quizá algunos descubran que les movía más la costumbre que el verdadero convencimiento, pero a estos no los quiere la Iglesia. No, no tiene la Iglesia nada que temer: ¿a quién puede perjudicar que la Iglesia se separe del Estado? ¿Puede perjudicar a la Iglesia que la gente viva según su propia conciencia? ¿No habrá perdido la Iglesia la fe en sus seguidores…verdad?

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