sábado, 21 de julio de 2012

Cucarachas


Ya es oficial. La metamorfosis se ha completado. A lo largo de la mañana del 11 de julio de 2012 los españoles nos convertimos en cucarachas. No hemos sido los primeros pero quizá seamos los últimos en sufrir esta plaga que ha contagiado antes a otros países. De todas formas, algunos ya notábamos algo extraño cuando la gente nos señalaba con gesto de hastío y gritaba a nuestro paso: “¡Funcionario!” Notábamos su asco, su desprecio, sin llegar a comprender del todo las razones de tanto odio, hasta ahora. Hasta que la transformación se ha completado y se ha generalizado a nuestro alrededor. Pero, como al infeliz Gregor Samsa, de la novela de Kafka, aún no acabamos de creer que esto nos pueda pasar a nosotros. Muchos aún incluso niegan la metamorfosis y siguen haciendo su vida como si nada hubiera ocurrido. Van a trabajar, salen a pasear, o van de vacaciones sin advertir su nauseabunda naturaleza. Pero somos cucarachas. Yo, al menos, no tengo la menor duda. Después de ese fatídico 11 de julio llegó el 12 y el 13, viernes, y el Parlamento sancionó oficialmente nuestra transformación. Esta vez en absoluto silencio.

Una semana más tarde, el miércoles 18, el contable Montoro dijo varias veces, apretando los dientes, que “no había dinero en las arcas públicas”, que “no hay dinero para pagar los servicios públicos”. Las cucarachas escuchamos aterradas la confesión del contable, como si ya empezásemos a sentir el peso de su zapato sobre nuestros cuerpos, crujientes y quebradizos. El viernes 20 el zapato del contable empezó a bajar sobre nosotras, aumentando la presión. Dijo que los gastos del Estado aumentarán considerablemente por el incremento de los intereses de la deuda, y que por tanto “habrá menos dinero disponible para pagar los servicios públicos”. Como somos cucarachas no podemos entender que el gobierno anteponga el pago de la deuda al bienestar de la población, pero, no se nos debe olvidar justamente eso: somos cucarachas, y las cucarachas dan asco, ¿a quién le importan? Es más, como la plaga no ha alcanzado a todos, los que aún tienen manos aplauden nuestra transformación y piden que el aplastamiento se haga cuanto antes: Rescate, recapitalización, saneamiento de la banca, activos tóxicos, banco malo, déficit público….la suela del zapato es grande y negra, incomprensible para una cucaracha. Es como un laberinto kafkiano donde gobierna la sinrazón. Nada tiene lógica ni sentido, al menos para una cucaracha. Aún así, nos asomamos al laberinto. Del total de la deuda del Estado español, sólo el 16% es deuda pública. Un 62% es deuda de bancos y empresas, y el restante 21% es deuda privada, de las familias, fundamentalmente deuda hipotecaria. Tomando la deuda pública aparte, ese 16 % supone en la actualidad algo más del 70% del PIB. Sin embargo la media de la UE es del 80%, y hay países que la superan sin estar en crisis. Así, Francia un 82%, Alemania un 83% y Bélgica un 93%. Por otro lado, del total de acreedores de la deuda pública española, el 55% está en manos de bancos españoles. Los principales son el BBVA (más de 60.000 mil millones de euros), el  Banco Santander (casi 50.000 millones), La Caixa (casi 20.000 mil) y Bankia (algo más de 28.000 mil millones). Luego hay una larga lista de bancos, unos 15, que tienen cantidades menores, entre los 8 y los 2 mil millones de euros).

Como se ve, es la perversión total. El rescate de 100.000 millones es para los bancos, pero con el respaldo y el aval del propio Estado pues se hace vía FROB (Fondo de Reestructuración y Ordenación Bancaria). Si el préstamo no se devuelve, el Estado debe intervenir nacionalizando la entidad y asumiendo su deuda como ya ha ocurrido con Bankia. Y, si el sector financiero agota todo el crédito puesto a su disposición, la deuda debe asumirla el FROB y pasará a contabilizar como deuda pública. Es decir, que el BCE presta al 1% a los bancos para hacer negocio con los Estados en las subastas de deuda comprando al 7%, pero en el rescate español, como no se fía, presta al 3% al Estado vía FROB para que los bancos puedan comprar deuda española al 7%. O sea, el mismo Estado da dinero a los bancos para que éstos puedan comprarle deuda más cara de manera que tendrá que “devolver” hasta el doble de lo que le dio para sanearla. ¡Y por esto no hay dinero para los servicios públicos! Porque hay que pagar antes las deudas a los bancos, a los que el mismo Estado dio dinero para salvarlos para que compraran deuda pública…

Soy una cucaracha, y me he perdido en el laberinto. Aunque España se ha llenado de cucarachas, la metamorfosis no nos ha afectado por ser españoles, sino por ser pobres, mediocres, trabajadores. La vicecontable Soraya, representante de los pocos españoles que se han salvado de la horrible transformación, quiere que pensemos como cucarachas. Ha dicho, para consolarnos, que ya quisieran ellos “tener recursos para hacer muchas cosas, y tomar medidas agradables de contar y transmitir, pero este no es el país en el que vivimos”. Ha dicho que es “imposible cumplir el déficit, bajar los impuestos y no reducir los gastos”. Seremos cucarachas, pero tenemos que ser cucarachas responsables y comprensivas porque estamos en una “situación de necesidad nacional” y es el “momento para pensar en el país, en España”. Yo, como soy una cucaracha, no se me ocurre replicarle que, si es por España, por qué no le pide esa responsabilidad a los bancos españoles que tienen más de la mitad de las deudas, esos mismos españoles que exigen su dinero a costa del bienestar presente y futuro del resto de los españoles. Por qué no pide o impone un aplazamiento del pago de esa deuda que se hace a costa del desmantelamiento de los servicios públicos. Pero, ¡qué cosas se nos ocurren! ¡Cuánta demagogia tenemos las cucarachas!


Lo peor de todo, lo asombroso, es que hay muchas cucarachas que aún no saben que lo son, que están perdidas en el laberinto kafkiano, perdidas en el inextricable lenguaje de la suela del zapato sin terminar de ver el zapato mismo. Van a trabajar, salen a pasear y hacen su vida con normalidad. Deberían mirarse bien en el espejo y advertir pronto lo que son, lo que somos, antes de que sea demasiado tarde para todos, antes de que nuestros cuerpos, crujientes y quebradizos, acaben aplastados sin remedio contra el suelo.

miércoles, 11 de julio de 2012

Fosa común


España ya es una fosa común. Los bancos provocaron el agujero pero el gobierno empuja a los ciudadanos al hoyo para taparlo. Y los diputados populares aplauden cada empujón. Subida del IVA, aplausos. Reducción de la prestación a los parados, ovación. Eliminación de la paga de navidad a los funcionarios, aplausos. Disminución de la ayuda a la Dependencia, más aplausos. Al final del discurso, todos los parlamentarios populares se han asomado a la fosa para seguir aplaudiendo. Uno de ellos, hasta ha gritado llevado por el entusiasmo: "¡Que se jodan!". En la fosa están todos los funcionarios, los parados, los dependientes, los enfermos, los estudiantes, los mineros. Populares. Para salvar España se sacrifica a los españoles. España es ya una fosa común. Estamos todos, menos los bancos. ¿Qué hacen para resolver la crisis que ellos han provocado? Nada. Siguen echando familias enteras a la calle, a la fosa común, y el gobierno que debería protegerlos, como a todos los demás, por víctimas, por desamparados, por ciudadanos; el gobierno que debería echarles una mano, le echa tierra encima con una pala a la que llama reformas estructurales. Populares. Aún siguen aplaudiendo. Han pedido esfuerzos adicionales a los que estamos en la fosa. ¿Que más se le puede pedir a un moribundo? ¿Qué haga el favor de morirse? Los populares siguen aplaudiendo, contentos con la fosa.

lunes, 2 de julio de 2012

Quijotadas y Sanchandeces


“Aprovechemos, Sancho, este viaje para hablar un poco de las cosas que pasan en el mundo…” “Sí, porque hablando se entiende la gente”. “Y se aprende, Sancho, y se aprende. De la opinión y visión del mundo de un gran adversario se puede aprender mucho. Basta con ser un poco humilde y admitir que el otro puede tener razón…” “Porque dos personas no discuten si uno no quiere” “Error, Sancho, gran error, porque con la discusión se obliga uno a discurrir sobre lo propio y lo ajeno, a pulir argumentos, desmontar los contrarios, salvar obstáculos, ponerlos…Ah, Sancho, ¡cómo lo echo de menos!” “¿Para qué me tiene a mí vuesa merced? Póngame usted a prueba, verá como no tengo la cabeza tan hueca como parece.” “Mi querido Sancho, casi siempre las cosas son lo que parecen, pero podemos probar, no digo que no. No pocas veces la mayor dificultad estriba en intentar meter un gran razonamiento en una cabeza pequeña”.”Como habrá visto bien vuesa merced, no es precisamente muy pequeña…¡y digo más, cuántos veces habré oído a mi Teresina llamarme cacho cabezón!” “Ya. Sí que va a ser un gran reto, sí”. “¿Y de qué podemos hablar?” “Uy, Sancho, mira a tu alrededor. Algo verás, subido en tu Rucio, aunque menos que yo, a buen seguro, que desde mi Rocinante tengo una visión de más amplios horizontes que los tuyos. Veremos, si yo desde aquí puedo hacerte bajar del burro”. “Si quiere me bajo ya”. “¡Ay, Dios…! Mira, mejor lo hacemos al revés. Como tú desde ahí abajo ves mal y entiendes peor, me preguntas a mí, pues respuestas no me faltarán, que para algo han de servir los encuadernados”. “Vale. Economía. ¿Qué es ello?”. “¿Ello? Ello es lo que yo te diga”. “¿Y?” “¿Cómo, ya dudas?” “No” “Ya vamos bien. Sancho, ¿qué te parecen las instituciones?" "¿Eso qué es, son como los molinos?". "Lo mismito. ¿Te ofrecen seguridad los molinos, tranquilidad, protección tal vez?". "No lo sé, don Alonso, ¿Para dónde van las tijeras?" "Giran hacia la derecha cortando a su izquierda". "¿Entonces para dónde voy?". “Bueno, parece que aún de economía sabes poco…” ”¡Ah, ya caigo, ¿se refiere usted a lo de izquierda y derecha?” “Casi, aunque la gente anda con eso muy confundida. Me refiero a Arriba y Abajo. ¿Tú sabes, Sancho, dónde estás? Pero, piensa con la cabeza y no con la panza, ¿o era al revés?  Bueno. Veamos un caso práctico. A ver, Sancho, si tienes dos caminos igual de buenos, pero en uno te hacen pagar y en otro no, ¿cuál escogerías?" "Vaya tontería, el de no pagar". "Pero como yo lo que quiero es que la gente vaya por el de pago, ¿qué podríamos hacer?" "¿Llenar de piedras y de agujeros el otro?" "¡Ahí le has dao!" "¿Pero eso no es hacer trampa?" "No, son reformas, reformas estructurales". "Entonces, ¿obligamos a la gente a pagar por su seguridad?". "Claro. ¿No te has dado cuenta de que ese es el mejor negocio de todos? Piensa, Sancho, ¿cuánto vale tu vida? ¿No estarías dispuesto a pagar lo que fuera por ella, en caminos, en medicinas, incluso en tu educación, para ser alguien en el futuro?” "¿Pero...y si no tengo posibles?". "Entonces tu vida, Sancho, no vale nada". “¡Diantre!... "¿Qué es eso de la educación?" "Buena pregunta y ardua respuesta. Veamos, como la infancia y la adolescencia es la edad en la que más errores se cometen debido a la inmadurez intrínseca de los susodichos, yo diría que la labor del maestro es ayudarles a madurar y a superar y enmendar sus errores". "¿Entonces, hay que darles oportunidades o quitárselas"? "Si preguntas eso Sancho, es que no sabes nada de educación y mejor hablamos de otra cosa".

"Don Alonso, ¿somos patriotas?" “Hasta la médula, Sancho, hasta la médula. ¿Por qué lo preguntas?" "Es que como veo tanto trapo bicolor, siento un poco de envidia". "No tengas apuro Sancho, que, aunque es un símbolo que adorna mucho, hoy los gobernadores viven allende los Pirineos. Más apropiado sería, creo yo, no tanto vestirnos con aquestos colores, como encadenarnos con aquellas estrellas". "¿Para qué sirven los símbolos?" "En estos tiempos, para tener algo en qué pensar y mucho de qué distraer".  “Lo digo porque no sé cómo me han de caer los forasteros que acá viven”. “Ciertamente, no corren buenos tiempos para los forasteros…” “¿Pero,… son personas?” “No me líes, que ya te veo venir. Pues depende, Sancho, depende. Eso de ser persona o no serlo, y todo aquello que en siéndolo o no siéndolo puede sustanciarse es algo que nosotros damos o quitamos". "¿Y de qué depende?". "¿No lo ves? Del uso, Sancho, del uso que le demos al forastero, aunque siempre es útil. Unas veces para trabajar y cobrar poco, pongo por caso, y otras para explicarte por qué tú no trabajas ni tienes qué llevarte a la boca”. “No parece muy justo”. “¡Ah, Sancho, tienes un sentido muy primitivo de la justicia! ¡Tienes que adaptarte a los tiempos! Hoy hay que hablar de lo que conviene o no”. “No le capto”. “Mira, Sancho, el forastero piensa, habla, cree...incluso cree, que, como tú y como yo, tiene derecho a utilizar este camino, esa posada o aquel hospicio ". "¡Será iluso!" "No. Ahí te equivocas, infiel, lo que pasa es que muchos de ellos son infieles!". “¿Infieles? ¿Pero no se acabó ya la Reconquista?” “Parece que no. El caso es que no conviene que hablen, o, mejor aún, que tú hables con ellos”. “¿Por qué?” “Porque eres débil de mollera y podrían convencerte de que no son lo que parecen, o lo que conviene que creas tú qué parecen”. “Mmmm…ya. ¿Y a nuestra Santa Madre Iglesia, qué le parece todo esto?” “¿La Iglesia? Tiempos extraños son estos, mi buen amigo Sancho, yo diría que las iglesias y las mezquitas se llevan mejor que nunca. Está la Iglesia empeñada en otras cruzadas, en otros, cómo lo diría, mmm… nefandos menesteres”. “¿Nefandos menesteres?” “Sí, déjalo, no te conviene saber más, llevas demasiado tiempo subido a tu Rucio y no lo entenderías”.

“Don Alonso, tenemos que hacer una paradita, que requiero aliviar el vientre” “A eso se le llama sanear tus balances para sacar fuera los activos tóxicos”. “No, si yo sólo quiero cagar, que si no luego no me entra nada”. “¡Y eso, es el círculo vicioso de nuestra economía!” “¡Ja, mire vuesa merced qué grande es mi círculo vicioso!” “Sancho, eres un friki”.