domingo, 25 de noviembre de 2012

La trinchera alemana


La opinión pública alemana cree que la Unión Europa le está saliendo demasiado cara. Cree que una buena parte del deterioro de sus propias condiciones de vida se debe, no sólo a los costes de la Reunificación, sino a los costes de esta Unión en la que entraron a regañadientes. Se les prometió que “el euro no sería otra cosa que el marco bajo otra forma”, se les prometió unas “finanzas públicas saneadas y que los precios serían tan estables como antes” (Der Spiegel, 29/12/2001). Pero la crisis ha confirmado sus peores temores. Los países “subdesarrollados” y “licenciosos” del “Club Mediterráneo” nunca debieron entrar en la Unión Monetaria, porque “han vivido durante años más allá de sus posibilidades y pronto apilaron montañas gigantescas de deuda, de acuerdo con el lema, “para mí el diluvio” (Der Spiegel, 6/12/2010). Sienten que han sido traicionados, que la teoría de Maastricht de que “ningún país debe ser responsable de otro” no se está cumpliendo. Por eso cuando Mario Draghi, presidente del BCE, anunció que compraría bonos soberanos de los países en crisis, Jens Weidman, el presidente del Bundesbank, entró en cólera; nada de eso de darle a la máquina de hacer dinero para resolver la crisis, porque existe el “riesgo de que la financiación del BCE provoque una adicción, como una droga”. La solución está en las reformas, los recortes, la austeridad, y esto “sólo tendrá éxito si nos concienciamos de que nadie más es responsable de su propia miseria”. En fin, Wolfgang Münchau, presidente de Eurointelligence, resumía así el malestar de los alemanes: “No es de extrañar que los alemanes, que ya tuvieron (y que aún tienen) que pagar por la Reunificación, hoy se nieguen a seguir rascándose el bolsillo por Europa” (Der Spiegel, 3/10/2012)

Sin duda, los alemanes, como aquí los españoles, están siendo manipulados. Aquí tenemos la “herencia recibida” del anterior gobierno socialista y la propia “crisis” para justificar las políticas neoliberales que siempre quiso aplicar la derecha. En Alemania la coartada que justifica esas mismas políticas se llama Unión Europea. En junio de 2012 Sigmar Gabriel, líder del SPD, se lo dijo así a Ángela Merkel en el Bundestag: “Es falso presentar permanentemente a Alemania como pagador neto de la Unión Europea: no somos un pagador neto, sino un ganador neto, desde la creación de la Unión Monetaria Alemania ha ganado 556.000 millones más que los que ha destinado a ayuda financiera”. Y es que Alemania parece que quiere disfrutar de todas las ventajas de pertenecer a la Unión, pero sin asumir la responsabilidad y las cargas que en la misma proporción le corresponderían.

Aquí, ocurre como siempre, depende de los datos, de qué datos se suministran y cómo se presentan. En contribuciones directas es cierto que Alemania es el país que más dinero aporta a las arcas comunitarias, y es cierto también que es el que menos recibe, todo ello, en términos absolutos. Entre el año 2005 y el 2009 Alemania ha contribuido con algo más 20.000 millones de euros cada año (en 2008, superó los 22.000). En el mismo periodo su saldo financiero anual con la Comunidad se saldaba con un déficit de entre 8.000 y 11.000 euros. Sin embargo, si se desglosan los datos del presupuesto comunitario y se ponen en relación con la Renta Nacional de cada país el panorama cambia. El acuerdo inicial era que cada país debía aportar una contribución a la Comunidad proporcional a su riqueza. Sin embargo, Alemania, como el país más rico de toda la Unión, le parecía que su contribución era excesiva y ha conseguido imponer un tope máximo introduciendo artificios y factores de corrección contable. Las dos aportaciones más importantes de cada país al presupuesto de la Unión vienen por el IVA y una contribución directa según RNB (Renta Nacional Bruta). Alemania, con más de 80 millones de habitantes, recaudaba una parte proporcional más amplia del impuesto que debía entregar a la Comunidad. Sin embargo, si en el año 2000 la recaudación por IVA suponía el 38% del total del presupuesto; hoy esta partida se ha reducido al 11%. Y no sólo eso, sino que para realizar el cálculo, si la base imponible para todos los países es del 0,30%, Alemania disfruta de un tipo reducido del 0,15%, Austria del 0,22%, Suecia y Países Bajos del 0,10%. Así, si en 2009, Alemania entregó por esta partida 1.705 millones de euros, España entregaba 1.527. Sin comentarios. Los presupuestos actuales se nutren fundamentalmente de la aportación según la RNB, que constituye el 76% del total. La aportación total efectiva de Alemania le supone un 0,88% de su renta cuando a España, por ejemplo, le supone una media de 1,05% en el periodo de 2005 a 2009. Otro ejemplo, en 2007 la aportación de Grecia le suponía el 1,37% mientras la de Alemania era del 0,88%.

También ha resultado muy polémica la aportación de Alemania a los fondos de rescate que se han ideado para ayudar a los países en crisis. Muchos alemanes creen que es una forma de financiación encubierta que contradice el artículo 101 del Tratado de Maastricht. Hasta llegaron a organizarse en plataformas ciudadanas y presentaron recursos de inconstitucionalidad para que Alemania no participase en el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), puesto en marcha en octubre de 2012. El economista Markus Kerber, que encabezaba una de esas plataformas, en octubre de este mismo año reprochaba al gobierno español no haber entendido la crisis, “y prometen soluciones con dinero alemán. El euro es demasiado caro para España”, sentenciaba. El Tribunal Constitucional alemán dio el visto bueno a la participación de Alemania en el fondo pero limitó la aportación a 190.000 millones de euros, un 27,14% del total. De nuevo, si analizamos la financiación del MEDE podemos ver las cosas de otra manera. Por debajo de Alemania, están Francia, Italia, España y Holanda como los países que más dinero aportan. Francia supera el 20% del total, y, si sumamos las aportaciones de España e Italia, dan un resultado de 218.710 millones de euros, el 29,81%. O sea, que dos de los países en crisis están aportando más dinero que Alemania al fondo del que pedirán dinero para salir de la crisis aplicando nuevos recortes en el sector público para obtenerlos… ¿Por qué sólo se han quejado los ciudadanos alemanes? Sin duda la manipulación está dando resultados.

Parte de esa manipulación consiste en ocultar las ventajas que Alemania obtiene con la moneda única. Recordemos brevemente algunos datos: Alemania tiene el primer PIB de la UE y el cuarto del mundo. Su tasa de crecimiento es del 3% y su tasa de paro del 7%. Su economía está orientada a la exportación. Entre 2003 y 2008 fue el primer exportador mundial, sólo superado en 2009 por China. El 53% de sus exportaciones van a los países de la Unión Europea, así como el 48% de sus importaciones. Para Joachim Möller, economista jefe del Instituto Laboral de Nüremberg, los tres factores que explican el milagro alemán son “el aumento de la competitividad a través de la moderación salarial en toda la década, la estabilidad del euro, y la tradicional fuerza de la industria alemana”. Una industria de media y alta tecnología que supone el 27% del PIB, y en donde destacan la maquinaria, el sector del automóvil, la industria química y farmacéutica y la siderurgia. El sector de los servicios supone el 72,5% del PIB, pero los servicios financieros y los servicios a las empresas han desbancado a los servicios tradicionales de comunicaciones, transporte, hostelería y otros. No hay duda de que el euro ha contribuido a esta prosperidad, y lo ha hecho de dos maneras. Por una parte, ha eliminado los costes que suponen las transacciones comerciales realizadas en distintas monedas, sujetos siempre a la variabilidad de los tipos de cambio. Ya en el año 1999 los marcos, las liras, los francos y las pesetas desaparecieron de los libros de contabilidad de las empresas alemanas, y desde el año 2000, la empresa Daimler-Chrysler, por ejemplo, se ahorraba 100 millones de dólares cada año previstos para las conversiones de una monedas a otras y para protegerse contra las fluctuaciones del mercado de divisas. También el euro ha contribuido a la prosperidad alemana eliminando a la competencia europea. Al tener una industria y una mano de obra menos competitiva, la única forma de competir con Alemania era devaluando la moneda propia para incentivar las exportaciones. Pero el euro ha eliminado de un plumazo esta posibilidad, y en realidad, ya no es posible competir con la industria alemana. Unos pocos datos lo corroboran (informes de la Secretaría de Estado de Comercio, del Ministerio de Economía). De los 5 países en crisis, sólo Irlanda, que mantiene mayores flujos comerciales con el Reino Unido, se libra de tener déficit comercial con Alemania. Alemania es el principal país proveedor de Grecia, con el que tiene un déficit de más de 4.000 millones de euros anuales; es el segundo proveedor de Portugal, cuyo déficit con Alemania desde 2006 supera siempre los 2.200 euros cada año; es igualmente el primer proveedor de Italia, y su déficit con Alemania llegó a superar los 15.000 euros en 2010, aunque siempre se sitúa entre los 12 y los 13.000 millones de euros. Con respecto a España,  Alemania es también nuestro principal proveedor, aunque ocupa el segundo puesto de nuestras exportaciones. Nuestra balanza deficitaria se ha ido reduciendo, de los 20.054 millones en 2008, a los 8.917 de 2011.

Pero…hay otro dato a tener en cuenta, y que no se menciona a menudo, una buena parte de estas exportaciones a Alemania, son de productos alemanes fabricados por las propias multinacionales alemanas en Europa. Sólo en España, por ejemplo, hay 1.100 empresas alemanas repartidas por todo el territorio nacional aunque la mayor parte se concentran en Madrid, Cataluña y País Vasco. Según la Cámara de Comercio de Alemania en España, estas empresas dan trabajo a unas 340.000 personas y, aunque se encuentran satisfechas, señalan como factores problemáticos la inestabilidad política, la legislación laboral y la influencia de los sindicatos. Y es que la tan celebrada competitividad de la industria alemana tiene una contrapartida dolorosa; la contención salarial y el empleo precario que provoca un aumento considerable de las desigualdades sociales y puede abocar a la pobreza a millones de personas. En Alemania se han generalizado los minijobs, trabajos que no superan las 15 horas a la semana y que se pagan a un máximo de 400 euros al mes. Como no se puede sobrevivir con esta cantidad, el gobierno alemán permite desempeñar varios minijosbs a la vez. Este tipo de empleo afecta a unos 7,5 millones de personas, de los que casi 5 millones son mujeres, que, en el momento de jubilarse, cobrarían una pensión de 200 euros mensuales. Los sindicatos alemanes denuncian abusos en el uso de estos contratos, Horst Mund, economista del sindicato IG Metall, denuncia que Alemania está practicando un "cierto dumping salarial" que ha puesto en aprietos a toda Europa. Aunque estos miniempleos no son bien vistos en el resto de países de Europa, la crisis y la presión alemana sí están empujando los salarios y los derechos laborales hacia niveles de desprotección y precariedad hasta ahora desconocidos. En agosto de 2011 Jean Claude Trichet, entonces presidente del BCE, envió una carta al gobierno español que también iba firmada por el presidente del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordoñez, en la que se le pedía una devaluación competitiva de los salarios en España, la creación de una modalidad de contrato laboral “de carácter excepcional que contemple indemnizaciones bajas por despido por un tiempo limitado”, eliminar la cláusula de revisión salarial que los ajustaba a la evolución del IPC, y limitar el alcance de los convenios colectivos ”para reducir la posibilidad de que los acuerdos sectoriales limiten la validez de los acuerdos a nivel de empresa”. El nuevo gobierno del PP ha seguido sus indicaciones, y también se han hecho reformas laborales restrictivas en todos los países en crisis. Por eso ahora toca ocuparse de Francia, hacia donde se dirigen los cañones, como titulaba recientemente el diario El País. Ni Alemania, ni las políticas ultraconservadoras que está imponiendo en toda Europa con la connivencia de los gobiernos de derechas pueden permitir que las políticas alternativas que intenta llevar a cabo Hollande en Francia tengan la más mínima posibilidad. Lars Feld, director del Instituto Walter Eucken de Friburgo y miembro del comité de sabios que asesora a Merkel, cree así que “el mayor problema actual en la eurozona ya no es Grecia, ni siquiera España e Italia: es Francia, que no ha hecho nada para recuperar competitividad y está yendo incluso en dirección contraria. Francia necesita reformas en el mercado laboral: es el país del euro en el que la gente trabaja menos horas al año”. (El País, 11/11/2012).

Nos tomamos una tregua para cambiar de frente. Porque en esta guerra de Alemania contra la “crisis” y en defensa de sus intereses y de sus empresas, el euro no es un fin, no lo fue nunca, sino el medio, el instrumento que la crisis ha puesto en entredicho y le está haciendo perder batallas en otros frentes: Estados Unidos y el dólar; China y el yuan. El euro llegó a codearse con el dólar, a plantarle cara y disputarle la primacía mundial como moneda refugio, pero con la crisis el euro ya no es una inversión segura, y está perjudicando las relaciones comerciales que Alemania mantiene con China y con Estados Unidos. China es el primer país proveedor de Alemania, pero sólo ocupa el sexto lugar de sus exportaciones. Esta desventaja se traduce en un déficit comercial crónico que llega a superar los 25.000 millones de euros desde 2007, aunque en 2010 el déficit se vio reducido a algo más de 21.000 millones. Estados Unidos es el quinto proveedor de Alemania pero es el tercer país al que más exporta. Como resultado su balanza comercial se cierra con superávit, aunque sus beneficios están descendiendo. Ha pasado de 27.730 millones en 2007 a 19.175 en 2010. Alarmada por esta caída en sus ventas, Alemania acusó a Estados Unidos en octubre de 2010 de devaluar de hecho el dólar con su política monetaria expansiva. “El Dólar —dijo Ángela Merkel— mientras se inyecta una cantidad extrema de liquidez en el mercado americano, está devaluado de hecho y no se corresponde con su valor real”. De la misma manera, el gobierno alemán ha intentado convencer al gobierno chino desde la pasada reunión del G-20 de 2010 para que deje flotar al yuan en el mercado de divisas y se aprecie para ajustarse así a su valor de mercado.

El euro, el dólar y el yuan son tres frentes de una misma guerra, que Alemania libra a brazo partido. Como el resto de los países europeos, Alemania tiene las manos atadas por el euro, y no puede devaluarlo de forma unilateral para competir con el resto de las monedas. Tampoco quiere embarcarse en una devaluación efectiva al modo americano inyectando euros a los países en crisis porque le tiene pánico a una posible inflación y no quiere asumir ese riesgo. La hiperinflación de los años 20 aún está presente en su memoria, por eso el Bundesbank ha dicho por activa y por pasiva que no piensa darle a la máquina de hacer dinero para resolver unos problemas de los que no se siente responsable. De modo que la única forma de recuperar la competitividad y de ganar esta batalla es imponiendo en toda Europa la misma devaluación interna que se autoimpuso al principio de la década para asumir los costes de su reunificación. Porque, forzar la ruptura del euro, por más que una buena parte de la opinión pública alemana estuviera de acuerdo, iría en contra de los intereses de sus empresas, perderían mucho dinero con las nuevas monedas nacionales, y el marco se apreciaría. Philipp Rösler, el ministro de economía alemán ha llegado a decir que “el que especula con la quiebra del euro, pone en peligro el bienestar alemán”.

Con la austeridad impuesta a toda Europa Alemania se defiende a sí misma, a su industria, a sus empresas. En un arranque de sinceridad Ángela Merkel lo dijo en el discurso que pronunció en el Bundestag en septiembre de este año: “Siempre he dicho que Alemania debe salir de la crisis más fuerte de lo que era cuando empezó”. Estaba celebrando el pronunciamiento del Tribunal Constitucional alemán a favor de la participación de su país en el Mecanismo de Rescate Europeo. Alemania se hace la víctima, va de “pagana” de la crisis, pero en realidad se comporta con la misma picaresca que nuestros abuelos en la posguerra, cuando les decían a nuestros padres, “a quien se acueste sin cenar le doy un real”; y luego a la mañana siguiente: “Quien quiera desayunar me tiene que dar un real”. Y mientras recogía el dinero exclamaba con satisfacción: “¡Dichoso dinero que vuelve a casa!

Semblanza de Ángela Merkel en:
http://museodelacrisis.blogspot.com.es/2012/12/sala-6-la-otra-cara-de-los-recortes.html


6 comentarios:

  1. Artículo completo y certero. Muy bien trabajado, Un abrazo compañero.

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  2. Enhorabuena por la labor de documentación, lectura y análisis de los datos. Has demostrado que, si bien los números son objetivos, no lo es la lectura que se haga de ellos. Yo también creo que los alemanes de a pie están siendo engañados y utilizados por sus gobernantes, se les está negando los beneficios que Alemania ha recibido del resto de Europa, azuzados contra los europeos del sur, para que no sean capaces de ver más allá de sus narices. Los gobernantes alemanes están jugando de nuevo con fuego cuando fomentan en el subconsciente alemán el desarrollo de una preponderancia cuasi genética, de tal manera que la población media alemana considera a los países mediterráneos como un enorme resort que debe ponerse a su exclusivo servicio, porque creen estar pagándolo todo y no estar recibiendo nada. Es un juego peligroso. Y falso. Es falso que lo alemanes estén pagando el despilfarro del resto de Europa. Más bien se han visto beneficiados de determinadas políticas del sur, pero, como señalas, el fomento de esa idea obedece a la razón de querer encontrar un chivo expiatorio de los propios males de la clase media alemana. No se quiere señalar como culpables a las políticas neoliberales, sino a los más débiles, usando la excusa del “no hay más remedio”. Recuerdo haber leído un discurso de Helmut Schmidt del 4 de diciembre de 2011, en el congreso de la Socialdemocracia Alemana (SPD), donde habla de Alemania “en, con y para Europa”, que corrobora todo lo que dices. No tiene desperdicio.
    Por otra parte, siempre me ha llamado la atención la querencia alemana por sentirse a sí mismos extremada y orgullosamente rigurosos y perfeccionistas, y creo -quizá por deformación profesional-, que de alguna manera Alemania se ha sentido heredera natural del sentido de la perfección de la Atenas clásica y de la idea espartana de la supremacía de la nación por encima del individuo. Aunque quizá esto sea una simplificación barata de la idiosincrasia alemana. Un abrazo.

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    1. No conocía el discurso de Schmidt. Lo he leído con atención y, como dices, no tiene desperdicio. Especialmente por la reflexión histórica que hace del papel de Alemania en Europa, aunque creo que retrotraerse a la Guerra de los 30 años en el siglo XVII es demasiado mirar hacia atrás. Pero sí confirma lo necesaria que es la historia para entender y juzgar el presente. Confirma cómo todo el proceso que inició la Comunidad Económica Europea y que se aceleró con la Unión Monetaria tras la caída del muro de Berlín responde a un principio básico que, formulado según la tradición popular vendría a ser algo así como "ten a tus amigos cerca, pero ten más cerca aún a tus enemigos". Se ha pretendido neutralizar la potencia alemana integrándola en un proyecto común europeo pero sin borrar las fronteras, ni arrinconar las banderas, pensando que una unión de hecho, la unión económica, daría lugar a una unión de derecho, la unión política, en la que por fin pudiéramos sentirnos ciudadanos europeos. Lamentablemente, el resultado nos lleva por el camino contrario. Las banderas se han lavado, y lucen en los mástiles de cada nación izadas por los orgullos patrios, y las personas, azuzadas unas contra otras, poniendo la bandera por venda y el nacionalismo por uniforme. El patriotismo ha sido siempre una buena coartada para exigir sacrificios a los ignorantes, muchos de ellos, ya lo sabes, ovejas voluntarias, ovejas blancas, no siempre del todo inocentes. Hay que volver a hacer "discurso de clase", como hizo Lenin antes de la I Guerra Mundial, pero estamos en manos de la derecha, prusiana, populista...espartana, da igual el calificativo. Y el discurso sigue siendo nacionalista. Un artículo en Der Spiegel del 1 de octubre de 1990, a unos días de hacerse efectiva la unificación, decía; "Lo que Alemania no consiguió en las dos guerras mundiales lo va a encontrar probablemente pronto, pacíficamente,gracias a su eficiencia económica".
      Gracias, y saludos a ambos.

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  3. Muy lúcidos el artículo y la respuesta a Elena Fuentes. Muchas gracias.

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  4. Alemania repite y repite que no quiere repetir: la inflacion, que no quiere repetir: el holocausto, que no quiere repetir nada de nada.
    Pero cuanto mas se esfuerza en no repetir lo periferico, mas repite lo substancial, la guerra.
    A la guerra no los llevo ni la inflacion ni el holocausto.
    Al reves, la primer guerra los llevo a la inflacion y la segunda, al holocausto con el combustible de la omnipotencia y la soberbia, que los "financistas" rentabilizaron muy bien....www.meneagripa.com/2011/12/alemania-repite-y-repite-que-no-quiere.html

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