domingo, 1 de diciembre de 2013

Historia española de Cataluña

Es posible que el título de esta entrada pueda parecerle a alguien un tanto tendencioso, incluso es posible que se sienta ofendido, en cuyo caso, debería hacer lo propio con el clásico de Pierre Vilar, Cataluña en la España moderna, publicado en 1962. De cualquier manera, ninguno resulta tan llamativo como el título del simposio que se celebrará en Barcelona los próximos 12, 13 y 14 de diciembre de este año. El título, España contra Cataluña: una mirada histórica (1714-2014), anticipa ya una lectura de la historia con un objetivo muy definido, demostrar que “les condicions d’opressió nacional que ha patit el poble català al llarg d’aquests segles, les quals han impedit el ple desenvolupament polític, social, cultural i econòmic de Catalunya” (fig.1). El 11 de septiembre de 2014 se cumplen 300 años de la caída de Barcelona a manos de las tropas de Felipe V, y el simposio es sólo el primero de los actos conmemorativos que se sucederán a lo largo de todo el año y que culminarán con una Diada más reivindicativa que nunca. Por razones evidentes, también en 2014 se pretende celebrar la consulta soberanista para decidir la independencia de Cataluña. De manera que durante 2014 será la historia la encargada de demostrar que la independencia de Cataluña es necesaria e irremediable, y puede que así sea, pero la historia es capaz de decir muchas cosas porque sólo recoge las contradicciones de la vida, con sus luces y sus sombras, y es tan capaz de contarnos una historia de España contra Cataluña como de Cataluña con España. Depende de dónde se quiera mirar y lo que se quiera oír. Es evidente que la Nueva Planta de 1716 que anuló los fueros de Cataluña supuso el comienzo de la represión cultural y lingüística puesta en marcha bajo el signo de la castellanización; pero es igualmente evidente que resultaría difícil explicar el desarrollo industrial de Cataluña sin esa misma castellanización que le permitió el acceso al mercado peninsular y colonial en una situación de privilegio. Incluso, mientras el gobierno defendía su industria y su mercado de la competencia exterior, la clase dirigente catalana se sentía más centralista y más española que nadie. Y les negaban a otros con fervor patriótico lo que hoy reclaman para sí. La historia sirve también para recordarlo.

Fig.1: Programa del simposio Espanya contra Catalunya
(detalles)
Que Cataluña, integrada entonces en la Corona de Aragón, era una pieza distinta y separada de la monarquía hispánica es algo que ya percibieron todos los monarcas desde el inicio mismo de la unión dinástica. Resultaba especialmente complicado equiparar la contribución de los catalanes a la de los castellanos en los gastos del Estado. La monarquía sólo percibía de Cataluña los servicios votados en Cortes y los tributos que el rey tenía como señor, pero todos los demás impuestos recaudados eran para la Generalitat o para Barcelona. En 1512 el embajador italiano ante el rey Fernando, Francesco Guicciardini, escribía en su diario: “El poderío de todos estos reinos unidos es grande (…) cuyo nervio principal reside en Castilla, de donde salen fuertes ingresos de dinero. Pero el reino de Aragón es poco útil a las entradas del rey, debido a que según privilegios antiquísimos no pagan casi nada (…). En suma, un rey pobre para la grandeza del país, y sin Castilla sería un mendigo”. Por eso la reina Isabel solía exclamar: “¡Aragón no es nuestro, tenemos que volver a conquistarlo!”. De modo que cualquier intento de ampliar la participación de los aragoneses en los gastos estatales podía provocar una crisis. La más grave, antes de la que conmemoramos en 2014, fue la crisis de 1640, en el contexto de la Guerra de los Treinta Años. Todos los intentos del Conde-Duque de Olivares de ampliar la participación de Cataluña en los gastos de la guerra se saldaban con fracaso. En febrero de 1640 le escribió al virrey una carta donde se mostraba muy enfadado: “Ningún rey en el mundo tiene una provincia como Cataluña. Ésta posee un rey y un señor, pero no le rinde servicios, incluso cuando su propia seguridad está en juego”. Las desavenencias entre la Generalitat y la Corte no sólo se centraban en la contribución que se le pedía a Cataluña en dinero y soldados, sino en el alojamiento que debían prestar los campesinos a los soldados y la prohibición de comerciar con Francia, que afectaba al comercio catalán por la frontera. Como es sabido, las tensiones desembocaron en una revuelta campesina, el Corpus de Sangre, con el asesinato del virrey en junio de 1640, y el reconocimiento de Luis XIII de Francia como Conde de Barcelona en enero de 1641. No volverá Cataluña a la obediencia real hasta la derrota de Barcelona el 11 de octubre de 1652. A pesar de la gravedad de estos hechos, y de que, posiblemente, es lo más cerca que ha estado de conseguir la independencia (de España, se entiende); la crisis que más repercusiones ha tenido para la historia de Cataluña fue la Guerra de Sucesión pues, al fin y al cabo, terminó con la abolición de sus privilegios forales, algo que ningún rey anterior se había atrevido a hacer.

Fig.2: Festivas aclamaciones a la feliz 
sucesión a la Corona española, 1701
Porque no fue, como a veces se oye, una guerra de secesión, la de Cataluña, sino una guerra de sucesión en la que se dirimía el trono español y el reparto de poderes en Europa. Y como es lo que se celebra en 2014 conviene recordarla, aunque sólo sea en sus líneas generales. El 3 de octubre de 1700, el último representante de la casa de Austria, Carlos II, firmaba su tercer y último testamento dejando como heredero a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y bisnieto de Felipe IV de España. A finales de ese mismo año, en noviembre, era proclamado rey de España en una ceremonia en Versalles, y en febrero de 1701 llegaba a la corte de Madrid. Como era normal, todas las ciudades se engalanaron para recibir con júbilo al nuevo rey. También lo hizo Barcelona, celebrando fiestas a mediados de marzo, y aclamando como rey a Felipe de Borbón, “V rey de Castilla y IV de Aragón, Conde de Barcelona” (fig.2). Aconsejado por su poderoso abuelo, pues Felipe tenía sólo 17 años, y como quería caer bien, se apresuró a celebrar cortes para jurar las leyes de sus nuevos reinos y recibir la fidelidad de sus súbditos. Las cortes de Castilla se celebraron en mayo de 1701 y las de Cataluña entre octubre de 1701 y enero de 1702. Según el historiador catalán Narcís Feliu de la Peña, que escribió sus Anales de Cataluña en 1709, “concluyéronse las Cortes como querían los catalanes”, pues “consiguió la provincia cuanto había pedido”. De momento, pues, todo discurría por los cauces habituales. Pero el abuelo era demasiado poderoso como para estarse quieto, y empezó a tutelar y a dirigir los movimientos de Felipe, lo que levantó recelos dentro y fuera de España. La gota que colmó el vaso de la intranquilidad en Europa fue el reconocimiento del Parlamento de París de los derechos de Felipe V al trono de Francia en febrero de 1701. Inglaterra, temiendo la unión de las dos potencias, lideró una alianza internacional en la que se encontraban Austria, que nunca reconoció el testamento de Carlos II, Holanda, Saboya, Prusia y Portugal. El candidato elegido para oponerlo a Felipe V fue el archiduque Carlos de Austria, segundo hijo del emperador Leopoldo I y bisnieto de Felipe III de España. El archiduque, de sólo 15 años, fue proclamado rey de España en una ceremonia celebrada en Viena el 12 de febrero de 1703. La guerra que se desató a continuación por el trono español tuvo asimismo una dimensión local, porque también en España las fidelidades se dividieron entre los dos candidatos, y aunque había austracistas en todos los reinos de la Corona, el movimiento era más fuerte en Cataluña. Allí la causa austracista estaba encabezada por quien había sido su virrey hasta la llegada de Felipe V, el príncipe Jorge de Darmstadt, enviado con anterioridad por Leopoldo I a España para vigilar de cerca los intereses de Austria junto a la reina Mariana de Neoburgo, segunda esposa de Carlos II (¿alguien se ha perdido ya?). Suele argumentarse como causa de la deserción de Cataluña el temor al centralismo que representaba la monarquía francesa, y su apuesta por la candidatura austriaca estaría pues motivada por la confianza en la tradición pactista de la dinastía. Bueno, sea, el caso es que en 1705 Darmstadt tomaba Barcelona y que poco después llegaba el archiduque Carlos instalando allí su corte. Entre finales de 1705 y principios de 1706 se celebraron cortes en Cataluña reconociendo como nuevo rey a Carlos III de Austria. Pero en 1711 ocurrió algo inesperado. El hermano de Carlos, José I, emperador de Austria desde 1705, murió sin dejar descendencia y la corona imperial recayó en Carlos, que la recibió con el nombre de Carlos VI, pero sin renunciar a la corona española. Inglaterra entonces se lo pensó mejor, pues esa unión podía hacer resucitar el imperio español del siglo XVI, así que dio marcha atrás y forzó las negociaciones y la firma de la paz en los Tratados de Utrecht de 1713. Aunque Francia y España renunciaban a unirse en una sola Corona, Austria no hizo lo propio y no reconoció a Felipe V como rey de España hasta 1725. De hecho, fue Austria la única que prestó algo de apoyo a Cataluña, pues había sido abandonada a su suerte por el resto de potencias europeas después de la Paz de Utrecht. Tras varios meses de asedio, el 11 de septiembre de 1714 caía Barcelona y se ponía así el punto y final a la Guerra de Sucesión; y un punto y aparte en la historia de España, y de Cataluña.

Fig.3: Nueva Planta de la Real Audiencia
del Principado de Cataluña
, 1716
La Nueva Planta aprobada para Cataluña en 1716 (fig.3) eludía mencionar el derecho de conquista y rebelión cometida por el Principado, como sí había hecho con el decreto de 1707 para Aragón y Valencia, y se limitaba a mencionar la necesidad de establecer un nuevo gobierno después de su pacificación: “Habiendo con la asistencia divina y justicia de mi causa, pacificado enteramente mis armas el Principado de Cataluña, tocaba a mi soberanía establecer gobierno en él”. El objetivo de las reformas del nuevo gobierno fue conseguir la uniformidad y el centralismo político y administrativo a imitación del modelo francés, pero también impulsar el desarrollo económico adoptando los principios del mercantilismo y de la nueva filosofía de la Ilustración. La lengua castellana se convirtió en el símbolo de esa uniformidad, y, aunque nunca hubo una prohibición general de hablar catalán, sí fue proscrito de las instituciones y de la enseñanza al objeto de “extender el idioma general de la nación para su mayor armonía y enlace recíproco” (Real Cédula de Carlos III, 23 de junio de 1768). El Informe Quintana de 1813 incidirá en la misma idea, estableciendo en el ámbito educativo estatal el principio de “una doctrina, un método y una lengua”. Pero el catalán se mantuvo en el ámbito social, y eso permitió la formación de un movimiento de recuperación de la cultura y de la lengua catalana conocido como La Renaixença. Desde la segunda mitad del siglo XIX, a la normalización lingüística se unirá la defensa de un proyecto político vinculado al Regionalismo como el único marco que podía hacer posible el renacimiento de las instituciones y la lengua propias de Cataluña. Valentí Almirall, presidente del Ateneo de Barcelona, en un discurso pronunciado en catalán el 30 de noviembre de 1896 defendía la cooficialidad del catalán como el “dret que te la nostra llengua a gosar no de más sino d’iguals preeminencias que qualesvol altra de las que viuhen a la nostra Espanya. Germanas la nostra y la castellana, com fillas de la mateixa mare”. La defensa del regionaliso era así de explícita en la Memoria en defensa de los intereses morales y materiales de Cataluña que se remitió a Alfonso XII en 1885: “No hay ningún catalán (…) que desee reflexivamente romper los lazos que con la patria le unen. No hay, empero, quizá uno solo, a quien la reflexión no lleve a desear aflojarlos. En su ruptura vemos la muerte, en su aflojamiento la vida. La mejora de España sólo puede venir de la restauración de las libertades regionales”.

Muchas de las iniciativas llevadas a cabo por la Corona chocaban con los intereses de los estamentos privilegiados y siempre encontraron una fuerte resistencia en Castilla, pero en Cataluña, como en los otros reinos de antigua Corona de Aragón, no tuvieron más remedio que aceptarlas. Así ocurrió con el nuevo régimen de recaudación tributaria que pretendía equiparar los esfuerzos fiscales de los catalanes con los del resto de súbditos en la financiación del Estado. El nuevo sistema pretendía sustituir los impuestos provinciales que gravaban el consumo por un solo impuesto directo basado en los niveles de riqueza individual, aunque no eliminaba los impuestos locales. El impuesto en Cataluña se llamó catastro, y si bien es verdad que al principio hubo una sobreestimación de la riqueza del Principado que elevaba su contribución por encima de la de los castellanos (de 43 reales del catalán por 26,8 del castellano en el periodo 1730-1739), al no actualizar la base impositiva sobre la que se recaudaba el tributo la relación volvió a invertirse (de 124,3 reales del catalán por 220,5 del castellano en el periodo 1790-1799). A pesar de los problemas, el sistema de la contribución única repartía la carga tributaria entre los súbditos de manera más justa y equitativa, y aún con la oposición del estamento privilegiado, se implantó finalmente a toda España en 1770. “Las autoridades ilustradas organizaron un modelo de hacienda que era el más barato, seguro, estable y eficaz que en aquella España podía edificarse sin tocar el entramado social existente” (Roberto Fernández, Universidad de Lleida).

Otra de las reformas importantes fue la eliminación de las aduanas interiores. Las de Aragón con Castilla desparecieron en 1714, y las de el País Vasco y Navarra en 1717. Es evidente que el traslado de las aduanas a la frontera con Francia y a la costa tuvo efectos positivos para Cataluña, pues “eliminava els gravamens sobre els productes peninsulars no catalans en entrar al Principat i, especialment, els productes que aquest exportava a la resta de la monarquía”. Fue importante para “la menestralía textil catalana”, pues “desgravava les materies primeres -llana i seda, especialment- i els productes alímentaris que Catalunya importava de la Meseta”. (Emiliano Fernández de Pineda, Universidad del País Vasco). Por otro lado, durante los reinados de Fernando VI y de Carlos III se inició la construcción de carreteras para conectar Madrid con las grandes ciudades de la península. Estas medidas, además de favorecer la integración comercial entre las distintas regiones consolidó la relación mercantil entre Madrid y Barcelona. La capital de la Corte se convirtió en un gran centro de consumo de productos alimenticios y manufactureros, pues no contaba con actividades económicas orientadas a la manufacturas y al comercio exterior al margen de su actividad política y administrativa. Puede decirse que este es el comienzo de la bicefalia que caracteriza a la red urbana española y que ha llegado hasta nuestros días. Las dos ciudades serán los principales focos de atracción de inmigrantes de otras regiones españolas durante los siglos siguientes, aunque por motivos distintos. A medida que se acentúa la industrialización de Barcelona a lo largo del XIX atraerá mano de obra para sus fábricas, de tal manera que hacia final de siglo un cuarto aproximadamente de su población procedía de otras zonas. En Madrid sin embargo la atracción se debía a motivos políticos y a la demanda de empleo doméstico proveniente de las capas medias y altas de la capital. Hacia 1930 en Madrid y Barcelona la inmigración ya supone el 40% de la población total residente.

Fig.4: Cédula de Carlos III prohibiendo
la importación de manufacturas textiles, 1778
De manera que la industria catalana, especialmente el sector textil, pudo desarrollarse “gracias a la iniciativa privada y también al hecho de ser una de las actividades más beneficiadas del proteccionismo fabril emprendido por la Corona (…), que, no sólo afectó al funcionamiento de las fábricas, sino que garantizó un mercado interior y colonial en régimen de monopolio” (Bernardo Hernández, Universidad Autónoma de Barcelona). La protección de la industria textil catalana se hacía simple y llanamente evitando la competencia extranjera prohibiendo la importación de telas y tejidos de algodón que, a lo largo del siglo XVIII, fue ampliándose a estampados y telas de lino o lana. Las primeras medidas las impuso Felipe V en 1718 y 1728, a las que siguieron las de Carlos III en 1769, 1771 y 1778 (fig.4). De esta manera, sólo en Barcelona el número de fábricas pasó de 29 en 1768 a 113 en 1786, pues se debía abastecer a una demanda creciente. Además, en 1755 se creó la Real Compañía de Barcelona a Indias para comerciar con Santo Domingo, Puerto Rico y La Margarita, áreas en donde la compañía quedaba exenta del pago de impuestos. Esta situación de privilegio la mantuvo la compañía incluso después de que el comercio con las colonias americanas se abriera a todos los puertos españoles en 1778. Ya en el siglo XIX, durante el reinado de Carlos IV, hay que destacar el decreto publicado en noviembre de 1802, “Reglas que han de observarse para la introducción del algodón y manufacturas de él; y prohibición de las extranjeras”. Se establecía que todo el algodón en rama procedente de las colonias americanas o de las posesiones españolas en Europa quedaba exento del pago de impuestos tanto en su salida de las colonias como a la entrada a la península. Las importaciones por tanto aumentaron considerablemente, desde las casi 3 toneladas en los comienzos del siglo hasta las más de 20 de 1861. Es en los años 30 del siglo XIX donde se sitúa el despegue definitivo del textil catalán favorecido por este contexto proteccionista y por la red comercial establecida alrededor del puerto de Barcelona, al que se añadirán el azúcar y el tráfico de esclavos con Cuba y Puerto Rico. Es también en estos años, concretamente en 1838, que tiene lugar la famosa observación que Stendhal anotó en su Memorias de un turista a su llegada a Barcelona: “Estos señores quieren leyes justas, con excepción de la ley de aduanas, que debe ser hecha a su guisa. Es preciso que el español de Granada, de Málaga o de La Coruña no compre las telas de algodón inglesas, que son excelentes y que cuestan un franco la vara, por ejemplo, y adquieran telas catalanas, muy inferiores y que cuestan tres francos la vara”.

Fig.5: Joan Güell i Ferrer, Comercio
de Cataluña con las demás provincias
de España
, 1853
Sin embargo lo que dominó durante el siglo XIX fue el enconado debate entre los defensores del proteccionismo mercantilista y los del librecambismo. Fueron los terratenientes, cultivadores de cereal en Castilla, y los burgueses del textil en Cataluña los que abrazaron las tesis proteccionistas que hicieron suyas los partidos moderados y conservadores del liberalismo español, mientras que el librecambismo era defendido por progresistas y demócratas, que creían que para modernizar España era necesario abrirla al exterior, ya que, sin competencia, la industria y la agricultura se anquilosaban para beneficio de los productores y perjuicio de los consumidores. De manera que el prohibicionismo del siglo XVIII fue dejando paso a un proteccionismo moderado con la imposición de aranceles a las importaciones, que eran más o menos estrictos en función de la orientación ideológica del gobierno de turno. Para defender el proteccionismo los industriales catalanes fundaron distintas asociaciones, las más importantes son el Instituto Industrial de Cataluña (1848) y Fomento del Trabajo Nacional (1869). Uno de los proteccionistas más destacados fue sin duda Joan Güell i Ferrer, presidente del Instituto Industrial de Cataluña. Güell, en su Comercio de Cataluña con las demás provincias de España (fig.5), reconocía que la prosperidad de España y de Cataluña se debía “al sistema protector secundado por una buena administración” durante el siglo XVIII, y que ese mismo sistema había conseguido estrechar las relaciones comerciales entre Cataluña y España de tal manera que sin él, sin el proteccionismo, “estos cambios vivificadores desaparecerían y con ellos la base de nuestra riqueza y común felicidad”. Es en este contexto en el que se inscribe la conocida expresión del industrial catalán que citó Jaume Vicens Vives: “Perezca Cataluña si ha de ser obstáculo para el progreso de la nacionalidad española…si la fabricación catalana absorbe la riqueza de las demás provincias, siendo causa de su pobreza y miseria, sucumba”. Pero los escritos de Joan Güell i Ferrer están repletos de expresiones del mimo tenor. En las Observaciones a la reforma arancelaria, de 1863, escribía: “Sí, defendemos nuestros intereses; ¿es acaso un delito defender uno sus intereses? El interés de los consumidores es un interés despreciable, perjudicial y del cual los gobiernos no deben ocuparse sino para destruirlo. El interés de las naciones es la suma de los intereses de sus productores. No podemos, pues, defender los grandes intereses de España sin defender los de todos los productores españoles, no podemos defender los intereses de los productores españoles sin defender los nuestros, puesto que somos españoles, y con mucha honra, productores”. Volvía a insistir en la misma idea en su Examen de la crisis actual, de 1867: “Nunca hemos dicho una palabra ni escrito una letra sino a favor de la protección de todos los productores españoles. Lo que conviene a España, conviene a Cataluña”. Güell i Ferrer, que había amasado su fortuna ejerciendo el monopolio comercial en la Habana, se oponía a la liberación de los esclavos de Cuba y a la concesión de ningún tipo de autonomía para la isla. En La rebelión cubana, de 1871, escribía: “Si, pues, ni el derecho ni la conveniencia abonan la rebelión cubana, la nación española no sólo tiene el derecho sino el imprescindible deber de combatirla, agotando todos los medios y recursos para salvar el honor nacional y las vidas e intereses de los hombres que encuentran la fortuna y el bienestar en aquellas posesiones españolas”. Y no sólo Güell, sino la gran mayoría de los industriales y comerciantes catalanes defendió la necesitad de la esclavitud, “hasta convertirse en los abanderados de la lucha contra las ideas abolicionistas” (Martín de Riquer, Universidad Autónoma de Barcelona).

Fig.6: La cuestión cubana,
Fomento del Trabajo Nacional, 1890
Las tesis librecambistas sólo triunfarían en dos momentos. El primero, en el Sexenio democrático con la aprobación del arancel Figuerola en 1869 que establecía una rebaja progresiva del arancel hasta situarlo en el 15% a todas las importaciones, pero quedó suspendida con la Restauración de 1875; y el segundo con la vuelta de los liberales al poder en 1882 durante el turnismo político propio de esta etapa. Pero fue el proteccionismo, por tanto, el que se impuso durante la mayor parte del siglo XIX. Las presiones de los industriales y comerciantes catalanes y la crisis de fin de siglo provocaron la aprobación de la Ley de relaciones comerciales con las Antillas en julio de 1882. Esta ley obligaba a las colonias a comprar los productos manufacturados españoles al tiempo que se protegía de los productos agrarios antillanos. Los productores cubanos, desde el Círculo de Hacendados, protestaron y pidieron la derogación de la ley y la descentralización administrativa y económica para la isla, pero se encontraron con la fuerte oposición de los industriales catalanes que veían en el mercado antillano una verdadera válvula de escape que compensaba la caída de sus ventas en la península. Desde el Fomento del Trabajo Nacional de Barcelona (fig.6) se daba la réplica a las pretensiones de los cubanos: “No es lógico, ni justo, ni patriótico divorciar la madre patria de su provincia ultramarina predilecta pretendiendo romper sus lazos comerciales para sustituirlos por un derecho que excluiría a nuestras harinas, nuestros tejidos, casi todos nuestros productos en suma. He aquí lo que en modo alguno podemos admitir, y ¡ay del gobierno débil que lo admita!”. Entre 1885 y 1897 la exportación de manufacturas de algodón a las colonias de ultramar aumentó desde un 10% hasta un 35%, absorbiendo una quinta parte de la producción algodonera catalana. Un nuevo arancel aprobado por Cánovas en 1891 reforzaba la situación de dominio colonial sobre Cuba, y cuando además se derogó en 1894 el tratado comercial con Estados Unidos cerrando a los azucareros cubanos también esta salida, su paciencia se agotó, y en julio de 1895 la isla se levantó en armas proclamando su independencia. Después del asesinato de Cánovas, el nuevo gobierno de Sagasta intentó una salida negociada del conflicto ofreciendo a Cuba y a Puerto Rico Cartas de Autonomía, que fueron elaboradas y firmadas por la regente María Cristina en noviembre de 1898 al margen del Parlamento y contraviniendo claramente los artículos 18 y 55 de la constitución de 1876. La inquietud de los industriales catalanes se plasmó en una circular elaborada por el instituto de Fomento del Trabajo Nacional de Barcelona y enviada a todas las corporaciones proteccionistas de España. Lo interesante, visto ahora, con perspectiva histórica, es cómo se criticaba el decreto apelando al respeto a la “soberanía de la nación” y “al Parlamento Nacional”: “Hay que luchar contra el nefasto propósito de conceder autonomía arancelaria a las Cámaras insulares de Cuba y Puerto Rico, infiriendo con ella una herida mortal al país productor y a la soberanía de la nación (…) debemos impedir que se consume lo que fuera una desidia nacional irreparable (…) evitar el funesto proyecto que se le atribuye atentatorio a las prerrogativas del Parlamento Nacional”. 

Aunque existe la ficción histórica y no la Historia ficción, es lícito que el historiador se pregunte qué hubiera pasado si no hubiera habido ninguna Guerra de Sucesión, qué hubiera pasado si Felipe V hubiera perdido la guerra, qué hubiera pasado si Cataluña no se hubiese pasado al bando austracista o qué hubiera pasado de haber mantenido fueros y fronteras. De esa manera pueden distinguirse las causas de los pretextos, porque las primeras discurren por ríos profundos y éstos son circunstanciales, coyunturales, y apenas pueden evitar que aquellos lleguen a su destino. Y posiblemente si no hubiera sido en 1714 hubiera sido en otro momento y por otras circunstancias que se hubiera manifestado este “difícil encaje” de Cataluña en España con una nueva crisis, porque lo ha hecho desde que se inició nuestra convivencia en el siglo XV, haciendo buena aquella observación de Ortega y Gasset de que lo único que podemos hacer, los unos y los otros, es arrastrarlo noblemente por nuestra historia, pero también podríamos, en vez de retorcerla, aprender de ella.


30 comentarios:

  1. Saludos,
    Interesante artículo, entendiéndolo como una voluntad de mostrar uno de los aspectos de la "media verdad" que de seguro no habrá aparecido en el simposio "España contra Catalunya", que solo hace referencia a la otra "media verdad".
    Sin embargo, en mi opinión hay cierta voluntad de relativizar las diferentes imposiciones que recibió Cataluña a lo largo de los últimos siglos, al igual que otros territorios, metiéndolas en paquetes junto con otras medidas que fueron provechosas tanto para Cataluña como para el resto de España. Por ejemplo, ligar la eliminación de las Cortes Catalanas y de sus fueros a lo siguiente, y cito:

    "Otra de las reformas importantes fue la eliminación de las aduanas interiores. Las de Aragón con Castilla desparecieron en 1714, y las de el País Vasco y Navarra en 1717. Es evidente que el traslado de las aduanas a la frontera con Francia y a la costa tuvo efectos positivos para Cataluña"

    Para mi no hacía falta lo primero para lo segundo. De hecho, sería como justificar la ingerencia actual de Alemania en la política y la economía española (o italiana, o griega) por mantenernos en el Espacio Europeo Común. Alemania se mete donde no debería persiguiendo sus intereses, que en algunos aspectos pueden beneficiar a España, pero solo por casualidad o correlación, no por una voluntad de ayudar a sus "hermanos" europeos.

    El tema de la "castellanización" va mucho más allá del idioma, ya que este es un aspecto más de la progresiva identificación de España con Castilla, hecho que se va desarrollando a lo largo de los siglos XVI y XVII, que tiene un clímax en 1714 y que sigue evolucionando con idas y venidas hasta nuestros días. Y de hecho es uno de los grandes motivos, por no decir el gran motivo, del "problema catalán". El problema actual de los catalanes a sentirse españoles es el concepto de España que dejó el franquismo, y que la transición no supo volver a definir correctamente, aunque intentos no faltaron. Pero volviendo a la castellanización, creo que se pasa de puntillas en un tema que resulta muy doloroso para los catalanes. No sé quien dijo que el gran patrimonio de los vascos es su tierra, pero que el de los catalanes es su lengua. Y creo que tenía razón. Cualquier acto de castellanización (a la que hoy se denomina españolización) es percibido desde Cataluña como un ataque a lo más sagrado. Puede no compartirse esta opinión, pero creo que debe ser tenida en cuenta.

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    1. Saludos, Pere. Como has dicho, el artículo sólo pretende mostrar, que no agotar, algunos de los aspectos que a buen seguro no aparecerán en el simposio "Espanya contra Catalunya", porque allí ya han decidido el resultado, en algo que se parece más a un juicio sumarísimo que a un congreso de historiadores. En el simposio sólo están interesados en presentar las pruebas de culpabilidad contra España porque ya tienen decidido el veredicto y la condena. El artículo, por tanto, y así es como hay que entenderlo, pretende mostrar que a la historia le van mal los maniqueísmos, que las cosas no son ni completamente negras ni completamente blancas, y hubo un tiempo en que Cataluña era y se sentía una parte de España porque España atendía sus quejas y motivaciones por considerarla una parte integrante de la misma. Me vas a permitir, lo haré más veces, que cite a Pierre Vilar, a quien, supongo, nadie podrá acusar de tendencioso. Sobre esto dice: “La historiografía atribuye a Felipe V, a su venganza contra Barcelona, a la Nueva Planta que en 1716 liquidó los organismos autónomos del Principado catalán…el “fin de la nación catalana. Pues bien, este aparato autónomo se había mostrado muy pasivo en el siglo XVI, y el catalanismo surgirá en el siglo XIX, en una España más centralizadora que la monarquía de Felipe V. De hecho lo que incorpora orgánicamente Cataluña a España, en el curso del siglo XVIII, es la prosperidad burguesa, así como la aceptación por Madrid de las aspiraciones económicas de la periferia”. Pierre Vilar, Historia de Cataluña en la España moderna, p. 96.

      Entrando ya en el contenido de tus comentarios, en el texto no se ha ligado en absoluto la abolición de los fueros con la eliminación de las aduanas interiores. No sé donde ves que se haya establecido una relación directa entre las dos cuestiones cuando sólo se menciona la abolición de los fueros en dos ocasiones, y entre la segunda vez que se hace y el texto que habla de las aduanas median tres párrafos largos, entre ellos, la Guerra de Sucesión al completo. Es evidente que no es necesario abolir fueros para levantar aduanas, de hecho, en el mismo texto se dice también que se levantaron las aduanas con Navarra y con el País Vasco. Como bien sabes, la eliminación de las aduanas es una más de las reformas que emprendieron los Borbones para “modernizar el país” según la ideología del momento y así es como se cuenta en el artículo, pero no hay relación de causa efecto entre abolición de fueros y supresión de aduanas.

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    2. No sé si entiendo bien la segunda parte de este comentario cuando hablas de la “castellanización” como la identificación de la idea de España a Castilla, y dices que este es “el gran motivo del problema catalán”. ¿Hubiera preferido Cataluña el concepto de España en torno a Cataluña? Es verdad que fueron las leyes de Castilla y la lengua castellana las que se identificaron pronto con la idea de España, también desde la unión dinástica. Como sabes, Fernando el Católico estuvo más tiempo residiendo como rey en Castilla que en Aragón, porque aquí, se sentía un rey “más absoluto”. Y fue por esto mismo que los reyes de la Casa de Austria decidieron fijar la Corte en Castilla, de modo que sí, fue durante los siglos XVI y XVII que se produjo la identificación de España con Castilla, que terminó de….oficializarse en el XVIII. Supongo que la ubicación de la Corte en Castilla y la fidelidad a Felipe V en la Guerra de Sucesión tuvo también algo que ver. Con respecto a la lengua, poco hay que decir, porque es evidente que después de la Nueva Planta, como se dice en el artículo, el catalán quedó proscrito de las instituciones, pero tampoco hay que olvidar que la “castellanización” desde el punto de vista lingüístico empezó antes, y fue un fenómeno propio e impulsado desde dentro: clases urbanas y estamentos privilegiados tenían como signo de distinción que les separaba del pueblo hablar la “lingua regalis”. El propio Feliú de la Peña, cuando se lee la proposición de Felipe V en las Cortes de Cataluña afirma, textualmente, que fue: “traducida fielmente de catalán en castellano para su universal inteligencia”. De todas formas, y no sé si es la interpretación que hay que dar a tu comentario, pero me ha recordado los escritos de Valentí Almirall cuando, no sin resentimiento, comparaba Castilla y Cataluña y lamentaba que el centro de poder estuviese en medio de un páramo desierto y pobre.
      El concepto de España que dejó le franquismo, centralizado y autoritario, es el que fue sustituido por el Estado de las Autonomías….allí, se reconocieron las nacionalidades, se restauraron sus instituciones, se normalizó y recuperó el uso de la lengua….¿de qué modo hay que rediseñar España? ¿Cuál es la “definición correcta”?

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  2. Y ya por acabar, todas las citas históricas que hace del señor Güell y compañía son muy interesantes, pero de ninguna manera, en mi opinión, quitan legitimidad al proceso que se está viviendo en Cataluña, como parece deducirse del siguiente párrafo:

    "Incluso, mientras el gobierno defendía su industria y su mercado de la competencia exterior, la clase dirigente catalana se sentía más centralista y más española que nadie. Y les negaban a otros con fervor patriótico lo que hoy reclaman para sí"

    Las citas hacen referencias o bien frases del señor Güell o bien a documentos de Fomento del Trabajo. El señor Güell ya no puede opinar, pero estaremos de acuerdo en que a Fomento del Trabajo no puede tacharsele de entidad independentista, ya que, como toda patronal, se alineará solo cuando sepa cuál es el caballo ganador. Por tanto, me gustaría diferenciar la "clase dirigente" de los documentos que expone, que són empresarios y la "clase dirigente" que hoy reclama el derecho a decidir, que son casi dos tercios de los diputados del Parlament. Y, más allá de esto, hacer hincapié en que los políticos catalanes van a remolque de la sociedad civil, que es la que empuja este proceso.
    Hay quien dice que porqué están manipulados, y si se refieren a qué desde el gobierno y parte de las instituciones catalanas se ha alentado un sentimiento patriótico catalán, están en lo cierto. Pero es igual de cierto que todas las naciones con estado juegan al mismo juego, la diferencia es que en el segundo caso se considera legítimo, ya que perepetua el statu quo y en el primero ilegítimo porqué lo pone en jaque. Por eso a unos se les llama patriotas y a otros separatistas.
    Y que conste que no defiendo el patriotismo, que para mi es tan solo otro dogma de fe como la religión o el hooliganismo deportivo. Solo pongo todos los patriotismos a la misma altura (que es bastante baja).

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    1. Como decía al principio, este es un artículo de historia que pretendía mostrar cómo, cuando se quiere utilizar la historia como arma arrojadiza la misma historia puede volverse en contra. Por eso se dice de ella que es “arma de vencedores y vencidos”. Y no perdamos de vista el simposio “Espanya contra Catalunya” que pretende establecer una línea directa, un camino recto y sin recodos desde el siglo XVIII hasta nuestros días para convertir a Cataluña en la víctima propiciatoria de un plan perverso y meditado hace 300 años. Por eso los documentos, los testimonios, las citas de la clase dirigente de entonces (industriales, políticos, intelectuales) sólo pretenden poner de manifiesto que el camino no es recto, ni ancho ni claro. Y que había catalanes que se sentían españoles, y que como españoles creían defender a su país negando a las colonias, a Cuba especialmente, cualquier derecho de autodeterminación apelando precisamente al Parlamento y la Soberanía Nacional. No me digas, Pere, que no resulta irónico. Es lo que tiene la historia cuando se intenta abusar de ella, se revuelve.

      Pero, es verdad que, al igual que había catalanes unitarios, los había regionalistas y federalistas, igual que ahora. Y es verdad que el empresariado catalán se ha alineado siempre con aquel que le ofrezca más estabilidad y seguridad a sus negocios, igual que ahora. Y no pretendo negar el sentimiento patriótico de nadie, sólo quizá, lamentar que ese sentimiento haya acallado y ocultado los problemas reales de la gente, y que ese mismo sentimiento le haga pensar a esa misma gente que la independencia es la solución a sus males. Que la gente tenga ese sentimiento no significa que no sea inducido, y por tanto, usado. Como lo ha sido en otros momentos. Y como esto va de historia, me gustaría para acabar volver a citar a Pierre Vilar.

      “Si una clase dirigente, por decisión de sus representantes políticos, se arriesga a un gran enfrentamiento, es que se cree forzado a hacerlo. Lo cual no señala un momento de debilitamiento. Pero sí da a su lucha un sentido de una defensa de grupo, —un sentido “nacional” sea o no la palabra presente y convenga o no al periodo—, significa que la minoría activa cuenta con arrastrar a la multitud, cree poder prometer a las masas tiempos mejores, y a veces sólo debe tomar la dirección de revueltas espontáneas que son signos de miseria. Las revueltas catalanas de 1640 y 1705 verifican lo suficiente estas observaciones. Pierre Vilar, Breve historia de Cataluña, Edicions Universitat Autònoma de Barcelona, 2011, p. 84.

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    2. “Si bien el catalanismo ha podido parecernos ligado a veces a las aspiraciones concretas de reducidos círculos dirigentes y, otras veces, lugar de convergencia de oposiciones, queda en pie el hecho de que su influencia sobre muchos espíritus ha sido suficientemente intensa para que la masa de la población, aunque dividida en torno a otros temas, no halle mejor manera de increparse que la de intercambiar recíprocas acusaciones de traición nacional. De hecho, sin un conjunto de datos estables el arsenal intelectual del nacionalismo permanecería vacío. El problema consiste en saber por qué, cómo y por quién, en tal o cual momento de la historia, dicho arsenal es eficazmente montado y utilizado” Pierre Vilar, Historia de Cataluña en la España moderna, pp.69-70.

      Y, por último: “Un economicismo simplista no explicaría satisfactoriamente por qué ese empresariado catalán, pese a ver satisfechas cada una de sus reivindicaciones materiales, conserva su psicología inquieta, de oposición, y se encamina cada vez más, a medida que avanza el siglo, de la noción de solidaridad española a la noción de solidaridad catalana. (…) Le gusta agrupar en torno sí al pueblo entero, invocar los grandes intereses de la patria. Pues bien el grupo industrial catalán fracasó en tal empeño en España, mientras que lo consigue en su provincia, tradicionalmente particularista en cuanto está descontenta. Y, para empezar, este grupo industrial busca al audiencia de los que garantizan el “trabajo nacional” como asalariados suyos, la de sus propios obreros (…) Los obreros catalanes se dejan seducir a menudo por las argumentaciones patronales a favor de la “industria nacional” (…) es fácil imaginar hasta qué punto conviene a los industriales semejante desvío contra Madrid o contra el extranjero de los descontentos obreros. Aquéllos harán de esta solidaridad (real o aparente) un argumento y un arma contra los gobiernos españoles (…). La propaganda proteccionista ha desviado hacia Madrid una parte de la desconfianza de los obreros, ha situado la responsabilidad de la crisis fuera de la propia Cataluña (…). Esta actitud, estas alianzas progresistas, estos llamamientos a la solidaridad global de la industria retrasaron durante mucho tiempo, más allá de 1860, la madurez y la independencia de las organizaciones obreras”. Pierre Vilar, Historia de Cataluña en la España moderna, pp.86-88.

      ¿No parece que la historia pueda estar repitiéndose una vez más?

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    3. Veo que en mi primer párrafo no me he expresado bien, ya que quería dejar claro que no defiendo el simposio, sobre todo por su título, que me parece un despropósito teniendo en cuenta el contexto del presente. Esto dejando de lado si el contenido es verdad, mentira o media verdad, tema en el que no entraré porqué no lo sé.
      Estoy completamente de acuerdo contigo en qué la historia se le gira en contra a uno si intenta usarla para justificar las acciones que hace en el presente o para definir como debe ser el futuro. La historia, en cambio, puede ser útil para explicar cómo se ha llegado al presente. De aquí mi intención de colaborar con el artículo poniendo más grises, para que, en lugar de ser un contrapeso al famoso simposio, sea más plural que éste.
      Me parece bien tu explicación sobre la no relación entre “modernizar el país” y abolir el “estado” (a falta de conocer palabra mejor) catalán. Solo quería que quedase claro que para lo primero no era necesario lo segundo. La motivación fue otra, no sé si venganza o absolutismo, ambas o una tercera.

      Sobre la pregunta de la castellanización. No creo que fuera necesario identificar España con Castilla ni con Cataluña, ni con Galicia ni con León. Creo que hubiese sido un acierto identificar España con un conjunto de territorios que podían entenderse y relacionarse de manera pacífica, positiva y beneficiosa para cada una de las partes. Ya sé que en esa época esto no estaba muy de moda, pero creo que hoy sí podría estar de moda y no se ha sabido hacer. Ya ves que nada que ver con Valentí Almirall. Ésta para mi es una buena definición de España, tal como me pides. El Estado de las Autonomías en mi opinión podría haber sido suficiente, pero se ha pervertido cuándo algunos se han apropiado de sus instituciones más sagradas. Como ejemplo más fácil y archiconocido, tenemos el uso que hizo el PP del Tribunal Constitucional con el Estatut de 2006. Cambiar un texto que ya había sido aprobado por el Parlament, el pueblo de Cataluña y las Cortes Españolas fue probablemente un acierto electoralista, pero un error a medio plazo. Y aprobar en Valencia o Andalucía artículos suspendidos en Cataluña creo que fue uno de esos “agravios hacia Cataluña” que muchos españoles ya están hastiados de oír.

      Sobre la “castellanización desde dentro”, no tengo ninguna duda. De hecho llega hasta nuestros días. Tengo amigos que fueron educados a caballo entre la dictadura y la democracia a los que sus padres solo hablaban en castellano para dárselas de ricos. El esperpento se ve hoy en día cuando una madre sexagenaria habla contigo en catalán y su hija de cuarenta y tantos en castellano (no porqué quiera, que es muy respetable, si no porqué se ve incapaz de pronunciar una palabra en catalán por vergüenza a hacerlo mal). Pero esto no exime de responsabilidad a los que prohibieron, en varios momentos de la historia, el catalán de alguna manera.

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    4. Sobre el discurso que el nacionalismo es una herramienta de las clases dirigentes para despistar al ciudadano de buena fe de los problemas reales, opino que es verdad a veces y mentira otras veces. Sin pretender comparar (repito, sin pretender comparar) con el caso de Cataluña, en algunos momentos de la historia el nacionalismo ha ido directamente ligado a la solución de los problemas de la gente. Es el caso de la descolonización. Y también es verdad que a la vista de la retirada de la metrópoli varios sectores se disputaban el futuro vacío de poder, todos ellos intentándose aprovechar de cuántos pudieran en beneficio propio, autoproclamándose salvadores de la patria si era necesario.

      Y en Cataluña creo que se le da los dos usos. El bueno y el malo. Muchos políticos y empresarios quieren aprovecharse de una posible independencia, o del mismo proceso, o de una solución a medio camino. Mucha gente debe estar haciendo cálculos para pillar la tajada más grande. E históricamente ha sido muy fácil para muchos dar la culpa a España de todos los males de Cataluña. Pero también en España se han aprovechado históricamente del nacionalismo para conseguir beneficios. En Extremadura y Andalucía el discurso anticatalán ha dado muchos votos al PSOE, mientras que a nivel estatal lo ha aprovechado más el PP, con las firmas contra el Estatut, por ejemplo. Y también tenemos a UPyD, al acecho de cualquier concesión que pueda hacer Rajoy para erigirse como partido “más español” y sacar votos a miles. Démosles a todos ellos su parte de responsabilidad también en la situación actual, y no solo a los que se aprovechan desde Cataluña. Los problemas vasco y catalán, y otros de pura índole nacionalista española también han servido para despistar al español de buena fe de sus problemas reales durante muchos años. Qué fue toda esa campaña en contra de la prohibición de las corridas en Cataluña? Por qué nadie se queja de Canarias? Qué pasó este verano con Gibraltar? Un conflicto de nacionalismo y soberanía españoles que permitió al Presidente pasar unas vacaciones tranquilas mientras el Ministro de Exteriores hacia declaraciones día sí día también. Y justo cuándo empieza el curso político este conflicto desaparece de los noticiarios y vuelve la crisis, sin más. Los catalanes no estamos ni más ni menos manipulados que los españoles, simplemente se usan noticias diferentes.

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    5. Y por último, no entiendo las últimas citas sobre el empresariado. A mí me consta lo contrario en lo que se refiere a la independencia:
      http://www.europapress.es/economia/noticia-presidente-patronal-catalana-cree-independencia-puede-conducir-cierto-aislamiento-20130729130138.html
      http://www.eldiario.es/catalunya/patronal-catalana-entra-derecho-decidir_0_179182945.html
      http://www.elplural.com/2013/01/13/artur-mas-ya-tiene-en-contra-a-las-patronales-catalanas/
      Y podría seguir copiando mucho rato.
      Y sobre los partidos políticos hagamos un análisis más al detalle: hay 6 partidos (algunos federados) que han pactado la consulta. CUP, ICV y EUiA no son sospechosos, me parece a mí, de favorecer especialmente al empresariado. ERC tiene más fuerza municipal, así que algunas empresas afines deben tener, pero tampoco parece exagerado. Y CiU son los grandes partidos corruptos de Cataluña. Pero que quiere CiU? UDC no quiere la independencia, quiere el federalismo, lo dice su líder y los que no están de acuerdo con él, como el alcalde de Vic, forman grupos de presión internos que de momento no hacen temblar al eterno Duran. Y CDC, en mi opinión, es mucho más heterogénea de lo que parece. Lo que sí está claro es que Mas quiere la independencia, y como está en un partido de derechas y las cosas van a dedo, los demás pesos pesados si no son una mayoría aplastante, tienen que aceptarlo. En una entrevista de hace unas semanas de Junqueras en la televisión privada 8tv, el líder de ERC mostró su confianza en el President para seguir con el proceso, pero no en el Govern. Curioso.

      En resumen, creo que el cuento de nunca acabar del nacionalismo pidiendo y pidiendo puede ser muy beneficioso para el empresariado, pero no la independencia, ya que significa el fin del cuento. Cuando se inició todo esto hará ya más de un año, convenimos con unos amigos que solo para quitar el coco (Estado español) de la ecuación y que los políticos catalanes asumieran la responsabilidad de sus actos ya valía la pena.

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    6. He respondido sin leer el resto de comentarios y me doy cuenta de que he abierto temas que ya se han hablado más "abajo". Que nadie se moleste en repetir lo que ya está escrito en otras respuestas, ya lo leo solito. Disculpas.

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    7. Estoy de acuerdo en todo lo que has dicho, sólo quizá constatar que tu "definición de España" adolece de inconcrección, porque tal y como está formulada podría suscribirla cualquiera, de hecho es lo que se intentó hacer en el 78. Es era y es el objetivo, cohesionar un "conjunto de territorios que podían entenderse y relacionarse de manera pacífica, positiva y beneficiosa", el problema es que allí se optó por un modelo regionalista que parece haber llegado a su fin, y es necesario encontrar otro sistema para volver a encajar las piezas.

      Lo demás, las citas de Pierre Vilar no hay nada que entender, se trataba de señalar lo que tú mismo has dicho, que el nacionalismo, como cualquier otra ideología de cohesión social, identitaria, cultural o racial puede ser utilizada para desviar la atención de los verdaderos problemas a otros, más o menos, imaginarios. Ya sabes, es lo que se llama el chivo expiatorio.

      Y, efectivamente, a la situación actual no se hubiera llegado sin muchas colaboraciones, del nacionalismo catalán, y del nacionalismo español. Lo que el pueblo de uno y otro lado ha olvidado es que, sea cual sea el resultado final, siempre ganan los mismos, y siempre pierden los mismos.

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  3. Interesante artículo, te lo dice uno que votará SI a la independéncia. Creo que la história es la que es. No creo que ningún historiador mienta ni niegue hechos, simplemente minimiza o emfatiza los que le interesan.

    Si intentamos ser objetivos debemos tener todas las cartas sobre la mesa. Desde mi humilde opinión creo que han sido mayores los ataques que los beneficios durante los 300 años, pa mi es muy claro, y también es clara la sensación que hoy en día estamos en una situación parecida a la de hace unas generaciones. Realmente me sabe mal, yo me sentía español hace unos años, y estuve muy confundido durante un tiempo... Estuve en la manifestación del Estatut y dos o tres días después celebraba el Mundial de España. Lo que decía, es que me sabe mal, porque si hubiera voluntad hubiera sido tan fácil convivir juntos?

    Creo que no nunca ha habido voluntad de reconocer a Catalunya desde los diferentes Gobiernos españoles (menos del PP que del PSOE claro). Ahí es donde radica el problema. Hace 4 años 20% independentistas, ahora 50%. Algo ha pasado, y leyendote se que no me dirás que es manipulación.

    Repito, buen artículo histórico

    Un saludo,

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    1. Muchas gracias por tu comentario. Como has dicho, y como se afirma también al principio del artículo, la historia es capaz de contar casi cualquier cosa. Sólo hay que tener claro qué es lo que se quiere encontrar. El problema surge cuando, una vez hallada la pieza que andábamos buscando, no es que se minimice el resto del puzle de la realidad, siempre complejo, es que se desprecia completamente y se se considera que no hay puzle, y que nuestra pieza es la única y verdadera. Por eso es muy difícil ser "objetivos" en Historia, si no imposible (Adam Schaff, "Historia y verdad"), pero al menos el historiador honesto hace "aportaciones", encuentra piezas, pero admite el resto del puzle.

      Y todo esto para decirte que tu visión de la historia, de esta historia, está también condicionada por tu propia condición (subjetiva) de partida. Y que no conjugan bien en la misma frase "si intentamos ser objetivos" y "en mi opinión creo". Primero porque para hacer balance de "ataques" y "beneficios", habría que hacer un inventario exhaustivo de lo uno y de lo otro. Y de momento, la parte que se siente agraviada, lleva mucho tiempo elevando "memoriales de agravios", pero, que yo sepa, nadie hasta ahora se ha ocupado de poner nada en el otro lado de la balanza, de ofrecer un "memorial de beneficios". ¿De verdad tu tienes claro todo lo que hay en los dos platillos como para ver "objetivamente" hacia dónde se inclina la balanza?

      Por otra parte, no eres el único que ha traído a colación como causa de la desafección de Cataluña hacia España que "no ha habido voluntad de reconocer a Cataluña". De modo que, otra vez, después de la restauración de la democracia en la que se ha "reconocido" la "nacionalidad catalana", se han restaurado sus instituciones, el catalán se ha elevado a la condición que merece de cooficialidad...los sistema de financiación de las Autonomías se han corregido siempre por requerimiento de Cataluña...y si nos olvidamos de los exabruptos recientes de algún ministro...¿Qué es exactamente lo que quiere Cataluña? ¿De qué manera no se ha reconocido a Cataluña?¿De qué manera cree Cataluña que se la debe "reconocer"?

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    2. Hola, totalmente de acuerdo en el primer punto, he dicho "intentamos ser objetivos", y si lo intentamos es porque soy consciente que es imposible conseguirlo, es un tema filosófico. A partir de ahí se puede ser más o menos objetivo.

      No voy a entrar en listado de agravios y de beneficios (que los hay y muchos), me olvidaría muchos por las dos partes y enfatizaría los que me interesan.

      Históricamente como tu bien explicas en el artículo ha habido represión durante la história, una represión cíclica hacia la diferencia, hacia el idioma, hacia las costumbres... Una voluntad de homogeneización. No se como explicarlo, a ver si lo consigo:

      Un ciudadano de a pie como yo, sabe perfectamente que la convivencia de catalán y castellano en Catalunya es evidente, y cualquiera que venga aquí a pasar unos días se da cuenta de ello. Hace unos años, después de la calma del inicio democrático volvió a salir el tema del perseguimiento del castellano en Catalunya... Como te decía, esto no existe. Y da rabia que para conseguir 4 votos, cíclicamente los catalanes tengamos que ver como intentan imponernos nuevas leyes para conseguir réditos políticos, por no hablar del "españolizar a los alumnos catalanes".

      Me invento las cifras, no son exactas, pero creo que 20 familias pidieron estudiar en castellano en Catalunya, y decenas de miles en la Comunidad Valenciana han pedido estudiar en valenciano/catalán. Tu habías oído lo de Valencia? En cambio lo de Catalunya sale en todos los medios todos los días y se usa como excusa para atacar el idioma.

      De economía no voy a entrar, porque no entiendo y desde el punto de vista de este debate para mi es menos importante. Aunque lo sea para la vida cotidiana.

      El idioma es un ejemplo muy claro de lo que queremos, no queremos estar sufriendo constantemente cada 10 años mayorías absolutas del PP. No queremos tener que luchar por el catalán constantemente, (no olvidemos que es la lengua propia de Catalunya, por lo menos desde que el castellano lo es en Castilla)

      El Estatut resolvía el encaje de Catalunya por lo menos durante una generación... Recortado, "cepillado" según Guerra, aprobado por congreso y Senado español y por el pueblo catalán, un tribunal politizado de jueces de PP y PSOE se lo cargan... Ahí empezó gran parte de esta história.

      No nos reconocen como nación (inventaron el tema de la nacionalidad, que nadie sabe muy bien que es). No dejan que votemos nuestro futuro. En serio piensan que si la mayoría de catalanes quieren laindependencia y mantienen su deseo en el tiempo no lo conseguirán? Yo no estoy seguro que haya esta mayoría, por eso mismo quiero que se vote.

      Respondiendo a tu pregunta, a parte de temas económicos (importantes de por si), no se reconoce a Catalunya porque no se la acepta como nación, con todas sus consecuencias. Ha sido así durante muchos años y se ha vivido tranquilamente, pero cuando uno ve que incluso así no hay voluntad de seguir hacia delante sino de ir hacia atrás, uno lo que quiere es irse cuanto antes.

      No crees que sería bello que un español presumiera de tener el idioma catalán y vasco en España? De verdad crees que esto existe? Si existen son contados. Es al contrario, el catalán es algo malo, un traidor, un enemigo, en serio, esto está en el subconsciente de la gente... Imagino que viene de padres a hijos o algo así...

      TAmbién aquí hay odio a España, pero te aseguro que será un 15-20% máximo de población, el resto de gente amamos a España, creímos en ella. Yo personalmente ya he dejado de creer.

      Perdona por la parrafada, por mis énfasis y seguro que datos que olvido y omito, esto son solo algunos de los temas que me han salido.

      Saludos

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    3. Saludos de nuevo.

      Dejando pues, la Historia y la Economía al margen, centras el descontento de Cataluña, la falta de reconocimiento de Cataluña por parte de España en la sentencia del TC de 2010, y en concreto en dos asuntos, en el concepto de Nación y en el idioma.

      Sobre el primer asunto, dices: que “no se reconoce a Catalunya porque no se la acepta como nación, con todas sus consecuencias”. Justamente ese es el problema, pero no el concepto de Nación, sino hasta dónde se quieren llevar las consecuencias, consecuencias, claro está, en términos jurídicos. El concepto de “nacionalidad”, no fue un invento de los constituyentes, se utilizaba ya en el siglo XIX para referirse a comunidades que compartían una serie de rasgos comunes y que constituían la base identitaria de una nación. Lo que se hizo en la Constitución fue reservar el término Nación a la “nación española” como único sujeto jurídico datado de soberanía y del que emanaba la voluntad de constituirse en Estado con gobierno e instituciones representativas, de modo que el término “nacionalidad” quedaba desprovisto de consecuencias jurídicas, y quedaba limitado a esos rasgos culturales comunes que definen una identidad “nacional”. Lo que hizo el TC (y no vamos a entrar en la polémica de su composición) con el texto del preámbulo fue precisamente limitar las consecuencias de su interpretación para que encajaran en la Constitución actual, sin menoscabo de que en el futuro se quiera hacer otra cosa. Pero, es que, al hacerlo así, asumió los argumentos del gobierno y del Parlamento de la Generalitat. Supongo que conoces la sentencia mejor que yo, pero, ya puestos, no estaría de más recordarlo:

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    4. “El art. 2 CE avala un uso legítimo del término “nación” para denominar comunidades políticas no constituidas en Estados sino que forman parte de una gran Nación-Estado, España. Un uso que en ningún momento estaría asociado a la noción de soberanía.
      En el caso concreto del Estatuto, se insiste en que la referencia del preámbulo a la identificación de Cataluña como nación sólo podría ser considerada inconstitucional en relación con un precepto estatutario que merezca este reproche. Dicho de otro modo, esa inconstitucionalidad tendría que referirse a un precepto estatutario que atribuyera soberanía a Cataluña contra lo previsto en el art. 2 CE".

      "El texto aprobado por el Parlamento en ningún momento cuestiona la unidad de España ni establece mecanismos para separarse del Estado y reitera que la palabra “nación” es polisémica, admitiendo diferentes acepciones, tanto desde el punto de vista cultural como político y jurídico. Mientras no se vincule el término con “Estado” o “soberanía” no entraría en contradicción con el art. 2 CE”.

      Esto es lo que alegaban Ejecutivo y Parlamento de Cataluña. Y el TC, decía:

      “Es preciso convenir con el Abogado del Estado y con el Parlamento y la Generalitat de Cataluña en que el término “nación” es extraordinariamente proteico en razón de los muy distintos contextos…De la nación puede, en efecto, hablarse como una realidad cultural, histórica, lingüística, sociológica y hasta religiosa. Pero la nación que aquí importa es única y exclusivamente la nación en sentido jurídico-constitucional. En atención al sentido terminante del art. 2 CE ha de quedar, pues, desprovista de alcance jurídico interpretativo la referida mención del preámbulo a la realidad nacional de Cataluña y a la declaración del Parlamento de Cataluña sobre la nación catalana, sin perjuicio de que en cualquier contexto que no sea el jurídico-constitucional la autorepresentación de una colectividad como una realidad nacional en sentido ideológico, histórico o cultural tenga plena cabida en el Ordenamiento democrático como expresión de una idea perfectamente legítima…Y cabe, en particular, la defensa de concepciones ideológicas que, basadas en un determinado entendimiento de la realidad social, cultural y política, pretendan para una determinada colectividad la condición de comunidad nacional, incluso como principio desde el que procurar la conformación de una voluntad constitucionalmente legitimada para, mediando la oportuna e inexcusable reforma de la Constitución, traducir ese entendimiento en una realidad jurídica. En tanto, sin embargo, ello no ocurra, las normas del Ordenamiento no pueden desconocer ni inducir al equívoco”.

      ¿No es lo mismo?

      En resumen, el Estado de las Autonomías buscaba una apariencia de federalismo pero sin llegar a las formalidades jurídicas que lo caracterizan. Era, es, un federalismo de hecho, pero no de derecho. “El Estado de las Autonomías” –decía el abogado del Estado, que secundaba los argumentos de Generalitat y Parlamento de Cataluña- es un Estado compuesto con rasgos federales, especialmente en lo relativo a las competencias autonómicas, pero no es un Estado federal en sentido genuino, ya que no reúne algunas de las notas clásicas que lo caracterizan, como la garantía de la coparticipación decisoria en las reformas, ni las Comunidades Autónomas pueden calificarse de “Estados” en el sentido en el que este concepto se aplica a los miembros de la federación, ni pueden considerarse “soberanas”. En esta línea, recuerda el Abogado del Estado que, según la doctrina constitucional, “autonomía no es soberanía”.

      Así que, el TC, dijo que “carecen de eficacia jurídica interpretativa las referencias del preámbulo del Estatuto de Cataluña a “Cataluña como nación” y a “la realidad nacional de Cataluña”.

      Según tú, ¿qué consecuencias debería tener el reconocimiento de Cataluña como nación?

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    5. Con respecto al idioma, dices: “No queremos tener que luchar por el catalán constantemente, no olvidemos que es la lengua propia de Catalunya”. Yo no creo que, hoy por hoy, ninguna de las dos lenguas estén en peligro. Aunque, para centrar el problema, quizá debería recordarse cuál es actualmente la situación. Según el Informe de política lingüística, 2010, la práctica del catalán, la gran mayoría de los ciudadanos de Cataluña de 15 y más años (95%) afirma entender el catalán. Sin embargo, este buen nivel se reduce al 67% cuando se trata de entenderlo perfectamente o bien al 85% si sumamos los que lo entienden perfectamente y los que lo entienden bastante. Así, más del 15% de la ciudadanía tiene alguna dificultad para entender el catalán. En cuanto a la habilidad de hablar, el 78% de los catalanes afirma saber hablar el catalán, pero de nuevo el nivel más alto de conocimiento reduce esta cifra al 49% que lo sabría hablar perfectamente, o bien al 65% que lo sabría hablar perfectamente o con bastante corrección. Por lo tanto, el 34% de la población tendría alguna dificultad para hablar catalán. La lengua más conocida en Cataluña es el castellano. El 88% de la población (5.400.000 habitantes de 15 años y más) declara tener un nivel alto de conocimientos de castellano en todas las habilidades (entender, hablar, leer y escribir). Así pues, aunque la mayoría de catalanes afirma tener conocimientos de catalán en todas las habilidades (entender, hablar, leer y escribir), estos no llegan a los conocimientos casi totales de castellano. El porcentaje de población que tiene un nivel alto en todas las habilidades es el 45% (2.772.000 habitantes de 15 y más años), y un significativo 20% lo sabe hablar y leer pero tiene carencias en la escritura principalmente. Además, los conocimientos declarados de catalán se reducen entre 10 y 15 puntos cuando se trata de entender, hablar, leer y escribir con perfección o bastante corrección".

      Por eso, el gobierno de la Generalitat lleva muchos años impulsando políticas de recuperación lingüística para compensar el desequilibrio histórico del catalán con respecto al castellano. El problema, otra vez, es el alcance de estas políticas y, a mi parecer, lo que hizo el TC fue recordar que la cooficialidad implica una relación de equivalencia de las dos lenguas oficiales en Cataluña pero en ningún caso una distinción de una sobre la otra. Por eso eliminó la expresión “y preferente”, que aparecía en el estatuto con respecto al uso del catalán. Todo lo demás le fue reconocido y se aceptó.

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    6. En su alegato, el gobierno de la Generalitat, decía “que del régimen de cooficialidad lingüística establecido, en varias Comunidades Autónomas, según las previsiones constitucionales, derive en absoluto la primacía del castellano, según se afirma en la demanda. Esta primacía no puede ser el correlato de su mayor presencia territorial y, en el caso concreto de Cataluña, no existe una lengua que sea más oficial que la otra….el estatuyente de 2006 habría considerado llegado el momento políticamente oportuno de proclamar la igualdad jurídica de las dos lenguas oficiales, sin discriminación para ninguna de ellas. Uno de los objetivos que se perseguirían con la inclusión del deber de conocimiento del catalán sería el de igualar en dignidad a las lenguas cooficiales. El derecho y el deber de conocimiento se predicarían de manera idéntica para ambas lenguas”.

      Pues eso mismo es lo que dijo el TC: “Si con la expresión “lengua propia” quiere significarse, como alega el Abogado del Estado, que el catalán es lengua peculiar o privativa de Cataluña, por contraste con el castellano, lengua compartida con todas las Comunidades Autónomas, la dicción del art. 6.1 EAC es inobjetable…en tanto que la “normalidad” de esa lengua no es sino el presupuesto acreditativo de una realidad que, caracterizada por el uso normal y habitual del catalán en todos los órdenes de la vida social de la comunidad Autónoma de Cataluña, justifica la declaración de esa lengua como oficial en Cataluña, con los efectos y consecuencias jurídicos que, desde la Constitución y en su marco, hayan de desprenderse de esa oficialidad y de su concurrencia con el castellano…además de “la lengua de uso normal”, declara que el catalán como lengua propia de Cataluña es también la lengua de uso “preferente” de las Administraciones Públicas y de los medios de comunicación públicos de Cataluña. A diferencia de la noción de “normalidad”, el concepto de “preferencia”, por su propio tenor, trasciende la mera descripción de una realidad lingüística e implica la primacía de una lengua sobre otra en el territorio de la Comunidad Autónoma, imponiendo, en definitiva, la prescripción de un uso prioritario de una de ellas, en este caso, del catalán sobre el castellano, en perjuicio del equilibrio inexcusable entre dos lenguas igualmente oficiales y que en ningún caso pueden tener un trato privilegiado”.

      Las consecuencias de esta cooficialidad, igualdad de trato, las traslada a la enseñanza, los medios de comunicación, etc. Por supuesto, reconoce la facultad que asiste al gobierno de la Generalitat la exigencia del conocimiento del catalán en el personal a su servicio para poder garantizar el derecho de los ciudadanos de Cataluña a ser atendidos en cualquiera de las dos lenguas oficiales, pero, insiste “Ello no obstante, es de señalar que el deber de disponibilidad lingüística de las entidades privadas, empresas o establecimientos abiertos al público no puede significar la imposición a éstas, a su titular o a su personal de obligaciones individuales de uso de cualquiera de las dos lenguas oficiales de modo general, inmediato y directo en las relaciones privadas, toda vez que el derecho a ser atendido en cualquiera de dichas lenguas sólo puede ser exigible en las relaciones entre los poderes públicos y los ciudadanos. Por ello, en este ámbito de las relaciones entre privados no cabe entender que el Estatuto imponga de modo inmediato y directo tal obligación a los ciudadanos… Sólo los particulares, en tanto que titulares del derecho de opción lingüística garantizado por el propio art. 33.1 EAC, pueden preferir una u otra de ambas lenguas en sus relaciones con el poder público radicado en Cataluña”.

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    7. En definitiva, y como ya se dijo entonces, la sentencia del TC no fue tanto un revés jurídico como político, pues sólo se vio afectado un artículo e incisos de párrafos de 13 artículos sobre 238. Como decían Carme Chacón y Felipe González, “el fallo consagra y constitucionaliza el mayor nivel de autogobierno alcanzado; reconoce derechos propios a los ciudadanos de Cataluña, y todas las competencias que el Parlament había propuesto. Reconoce los derechos históricos, el estatuto lingüístico, la bilateralidad en las relaciones con el Gobierno central y convalida el sistema de financiación y la organización territorial propia de Cataluña. Por tanto, mayor autogobierno institucional y de fuentes del derecho (…) El malestar que predomina en Cataluña se observa con extrañeza en el resto de España. Como ya sucedió con la aprobación del nuevo sistema de financiación, un 5% de problemas ensombrecen el 95% de avances y soluciones.

      Saludos…..y yo sí que te pido perdón por la parrafada.

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  4. Por favor, que opinion merece (son ciertas) estas informaciones históricas? Gracias

    http://ca.wikipedia.org/wiki/Cronologia_de_la_repressi%C3%B3_del_catal%C3%A0#Edat_moderna

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    1. Como has leído al principio del artículo la historia es capaz de decir y de documentar muchas cosas, y más esta historia nuestra, compleja a más no poder casi desde siempre, pero especialmente desde el siglo XV, precisamente porque aquí no han coincidido, como sí ocurrió en otros lugares, las nociones de Nación, Estado y Unidad Territorial...(¡¡qué suerte han tenido en Francia!!). Y...sí, ya conocía esa lita de agravios, el problema, amigo Marketing, es si además de aceptar esta, estamos dispuestos a buscar una "lista de beneficios", o si por el contrario pensamos que no es necesario.

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  5. Hola, pues si, vaya parrafada, no tanto por su longitud como por su densidad, sinceramente, me pierdo bastante con algunos de los términos que utilizas. No es mi intención entrar a valorar ni mucho menos este tipo de lenguaje. Mi conocimiento de la política se queda en lectura de prensa, que eso si, intento que sea amplia en cuanto a la variedad.


    Cuando digo el término nación con todas sus consecuencias, me refiero a la soberanía, no es por eso por lo que estamos aquí? El Estatut que salió fue en gran parte gracias a que los políticos catalanes cedieron en muchos de sus propósitos, el que ellos querían era mucho más ambicioso, pero cedieron para llegar a un pacto. En la tenminología actual le dicen que hay que negociar para seguir viviendo juntos, todo eso ya se hizo con la negociación del Estatut. Se cedió y se llegó a un acuerdo que no satisfacía a nadie o satisfacía a todos, pero era lo que había que hacer para avanzar juntos. Una vez hecho todo el proceso llega el tribunal constitucional (aunque no quieras entrar a valorar su composición, creo que es un factor importante en la baraja) y no lo acepta. En su día leí en diagonal el Estatut, pero si que se que algunos de los artículos recurridos por el PP no se recurrieron en otras comunidades donde gobernaba, no es eso política contra Catalunya?

    Lo dice el Wall Street Journal hoy en un artículo ( no creo que este periódico sea catalanista), textual:

    "Había suficiente flexibilidad en el sistema casi-federal de Espaañ para acomodar a los catalanes, hasta que el Partido Popular de Mariano Rajoy lo saboteó en el 2010 al persuadir a sus candidatos en el Tribunal Constitucional para que recortaran partes sensibles del reformado Estatuto de autonomía de Catalunya. Artículos idénticos se dejaron tal cual estaban en los estatutos de Valencia y de las Islas Baleares, entonces bajo mandatos del PP. Ello desató el separatismo catalán, hasta entonces un movimiento minoritario. El tema en el que se debería abordar una crisis es la politización de la justicia; una de las desvencijadas instituciones españolas que necesitan una reforma."

    A partir de ahí, dices que ningún idioma peligra y pasas de puntillas en que el catalán es el idioma propio de Catalunya, crees que peligra el castellano? Cual crees que peligra más de los dos?
    Según tus datos, el catalán se habla menos que el castellano y de ahí de las políticas de immersión, a parte de la no segregación del alumnado en función del idioma. Crees que realmente eran necesarias las campañas del perseguimiento del castellano? Crees sinceramente que es necesario cambiar la immersión? O es un tema político? Que pasa con las famílias que quieren estudiar en valenciano en Valencia? Quien las protege?

    Me centro en el idioma porque es algo que a los catalanes nos afecta, por mucho que el resto no lo entendais como me comentas. No se entiende hasta que pequeñas decisiones políticas intentan legislar tu lengua continuamente. O cambiarle el nombre como en Aragón...

    Sé que no es el lenguaje que te gustaría, pero carezco de tus conocimientos, simplemente intento explicarte de donde procede el descontento. Es mucho más sencillo de lo que parece. Son las formas de hacer política, el trato desde un gobierno central de Madrid que solo ve a Catalunya como una región que crea problemas y con la que al menospreciarla se ganan réditos electorales. Eso es lo que ya no quiero como catalán, ya no me creo que España nos acepte como somos, para que ceder en algo y negociar si en unos años volveremos a estar igual. Como persona respeto todas las opciones políticas democráticas, simplemente quiero que respeten la mía, que no es otra que aplicar mi voto para la secesión de Catalunya del resto de España.

    Saludos

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    1. Creo que no has entendido lo que quería decir. En este caso tan sensible, creo que es preferible ir directamente a la fuente, examinar el mensaje y procurar no matar al mensajero. Porque, es verdad, ni nos acercamos al ideal de la "separación de poderes" de Montesquieu, y desde el momento en el que el Ejecutivo decide, aplicando un sistema de cuotas, la composición del Judicial, el TC estará siempre "politizado", en un sentido o en otro. Y, aunque también es verdad que en este caso el TC estaba al 50%, no se había renovado, etc., si seguimos por ese camino corremos el peligro de denunciar dicha "politización" sólo cuando sus sentencias sean contrarias a nuestro propio ideario. Por eso, decía, olvidémonos del mensajero, y de los mensajeros intermediarios (prensa) y vayamos directamente al mensaje. Y si analizas el mensaje, la sentencia del TC, encontrarás que lo que hace es, fundamentalmente, aceptar las limitaciones interpretativas de los preceptos recurridos que hacían el gobierno de la Generalitat y el Parlamento de Cataluña para que "encajara" en la Constitución. Éstos alegaban que el concepto de Nación no debía resultar problemática siempre y cuando se entendiese que sólo hay una nación ligada a la posesión de soberanía; y el TC confirmaba y decía, "vale, siempre que se interprete así, podéis llamaros como queráis". A propósito dices, y preguntas, "Cuando digo el término nación con todas sus consecuencias, me refiero a la soberanía, ¿no es por eso por lo que estamos aquí?". No lo sé, aún no sé por qué estamos aquí.

      La cita del Wall Street Journal, sirve para introducir otra cuestión: No es la Constitución el problema, no es la sentencia del TC el problema, el problema es la "forma de hacer política", concretamente la política del PP. En tu otro comentario decías, "no queremos estar sufriendo constantemente cada 10 años mayorías absolutas del PP". Vaya...yo tampoco. Así que, medio en broma, medio en serio, se puede preguntar...¿podría yo también independizarme?

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    2. No sé qué quieres decir con lo de que "paso de puntillas en que el catalán es el idioma propio de Cataluña". Es un reconocimiento explícito, que por otra parte y como ya he mencionado antes, no se cuestiona en la sentencia del TC que aceptó la argumentación del abogado del Estado. Para que no creas de nuevo que paso de puntillas, decía así: " El Abogado del Estado alega en defensa de la constitucionalidad del precepto que su apartado 1 califica al catalán como “lengua propia de Cataluña”. Propia significa lengua peculiar o privativa de la Comunidad Autónoma, la que históricamente se ha desarrollado en Cataluña como medio de comunicación y de cohesión cultural, equivaliendo a “la lengua de la Comunidad Autónoma” a que se refiere el art. 148.1.17 CE. Desde el punto de vista social podría decirse que, actualmente, los catalanes tienen dos lenguas propias, el catalán y el castellano, puesto que siguen teniendo este último idioma como lengua materna casi la mitad de los habitantes de Cataluña, pero si nos atenemos a la historia de una y otra lenguas, es indiscutible la exactitud de afirmar que la lengua propia de Cataluña es el catalán y así lo ha aceptado la doctrina constitucional (por ejemplo, SSTC 337/1994, de 23 de diciembre, FFJJ 6 a 11 y 21; y 87/1997, de 24 de abril, FJ 3)".

      Si he dicho que no creo que hoy peligre ni el catalán ni el castellano, ¿por qué me preguntas que cuál de las dos creo yo que está más en peligro? Los datos, no son míos, lo he dicho antes, son del Informe de Política Linguística del año 2010 que publica la Generalitat. Por otro lado, en una página de la Generalitat dedicada a las "Políticas de recuperación e integración linguística", se dice esto: "En Cataluña el reconocimiento legal de la lengua catalana, así como el apoyo institucional y su promoción, es explícito y continuo desde el fin de la dictadura franquista". Y en el informe de antes, en capítulo dedicado a la proyección exterior del catalán se cuenta lo siguiente: "El 30 de septiembre de 2004 el Parlamento de Cataluña aprobó una resolución por la que instaba al Gobierno de la Generalidad a promover la declaración del catalán y del resto de lenguas del Estado como lenguas oficiales de la Unión europea. De acuerdo con esta resolución, el Gobierno de la Generalidad presentó al Gobierno español una propuesta amplia de reforma del Reglamento 1/1958 del Consejo de la Unión Europea (reglamento lingüístico), para que la lengua catalana fuera equiparada en igualdad de derechos al resto de lenguas oficiales de la UE. El Gobierno…presentó a los otros Estados miembros, en el seno del Consejo de Ministros comunitario, un memorándum de solicitud de reconocimiento en la UE de todas las lenguas oficiales en España (13 de diciembre de 2005)" para poder ser utilizado en las comunicaciones orales o escritas. El acuerdo se firmó en abril de 2009, y "finalmente, cabe señalar que los distintos acuerdos prevén también que el Gobierno español asuma el compromiso de hacerse cargo de los gastos directos e indirectos que conlleve la aplicación por las instituciones y los organismos comunitarios".

      No, no es sencillo, a mí no me lo parece, y por eso intento "explicitar", y/o "cuantificar" el descontento, y salvo la apelación a las emociones, sentimientos y sensaciones exacerbados en los dos años del gobierno del PP, no he conseguido saber qué es lo que quiere Cataluña y por qué quiere independizarse. Aunque no descarto, claro está que sea problema mío, y no de los que, como tú, cosa que te agradezco, intentáis explicármelo.

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  6. En lineas generales no voy a decir ni que manipules ni que mientas, bien es cierto que la historia cataluña - españa tiene muchos matices de la misma forma que tu propia interpretación tiene muchos matices. Almenos tienes la valentia de reconocer bastantes cosas que desde los "historiadores" de las FAES tratan de negar como la persecucion cultural y al idioma. Pero si hay algo que me parece absurdo en tu articulo es donde hablas que en 1640 el conde duque de olivares se quejaba de la poca aportación catalana al estado cuando te recuerdo que en aquel entonces el concepto de estado no tenia nada que ver con el de ahora, acaso existia la seguridad socail? la enseñanza publica? los servicios sociales? En aquel entonces cataluña aun tenia su regimen foral historico y actaluña se pagaba sus gastos como lo hacia castilla y el principio de solidaridad ni existia. Destaco la frase que pones a olivares de "Ningún rey en el mundo tiene una provincia como Cataluña. Ésta posee un rey y un señor, pero no le rinde servicios, incluso cuando su propia seguridad está en juego" donde por el mero heho de llamar provincia a cataluña que era un reino de mismo derecho que castilla demuestran como Felipe 5 y olivares despreciaban el reino de reinos que era españa y acabaron imponiendo la españa castellana imitando el modelo frances. Y te recordare que si existe el simposio españa contra catalunya que bien sabes que se base en verdades historicas es precisamente por la generacion de nuevos historiadores con carnet de las FAES que niegan que s haya perseguido nunca al catalan. Saludos.

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    1. No está nada mal, criticar un extremo tomando posiciones desde el extremo contrario. Por eso dicen que los extremos se tocan, es decir, se invalidan mutuamente. No sé quienes son ni qué dicen esos historiadores de la Faes que comentas, pero, de existir, merecerían la misma consideración profesional que los organizadores del simposio España contra Cataluña.

      Es verdad que el concepto de Estado que se tenía en la Edad Moderna, es decir, el que le daban sus contemporáneos, difiere del que tenemos hoy, y, en el caso de España, los historiadores utilizan términos como Reino, o mejor, Monarquía Hispánica para integrar a las posesiones de ultramar. Pero eso no significa que no podamos utilizar el vocablo para referirnos a la administración central del "Estado", al Gobierno de la Monarquía, a la Corte y al resto de los aparatos burocráticos y administrativos propios de un Estado. Y es verdad que los gastos del Estado de la Edad Moderna no son los gastos de este, el Estado de hoy, porque los impuestos que aquél recaudaba eran en gran medida para satisfacer sus propias necesidades, y ello no invalida en absoluto lo que se dice en el artículo. Pero proyectar sobre el pasado las categorías económicas, sociales, y de cualesquiera otra índole, las mismas categorías del presente para juzgarlas según se ajusten o no entre ellas, no sólo es absurdo sino que revela mucho desconocimiento.

      Hace años, concretamente en 2005, el historiador catalán Borja de Riquer decía lo siguiente: “El actual contencioso identitario español no encontrará su arreglo buscando legitimaciones, superioridades y dictámenes identitarios en la historia, y menos aún abusando de ella, sino asumiendo críticamente ese pasado, percibiendo la compleja realidad del presente y pensando y proyectando futuros de convivencia respetuosa y democrática". Dicho de otro modo, para estudiar historia, es mejor quitarse las gafas del catalanismo. Saludos.

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  7. Hola, me gusto tanto tu articulo y la posterior disertacion, que te menciono y enlazo en una entrada mia, supongo que no te importa .
    Un saludo.

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    1. Supones bien, y soy yo quien te agradece la difusión del artículo. Saludos.

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  8. ¡Felicidades! Hace dos días que he descubierto su cuaderno y estoy disfrutando una enormidad con sus artículos y las aportaciones de los lectores.
    Enhorabuena por la línea, y mire que es difícil, neutra de sus comentarios, reflexiones y respuestas a los escribientes. Vivo en BCN y es terrible darse cuenta de como los unos y los otros manipulan la información para sus fines. De todas formas, Sr Juan, la gente por lo general, y me incluyo, somos muy primarios y faltos de entendederas, esto hace que las parrafadas calen con facilidad en la gente que ,por otro lado , esta harta de crisis económica y focaliza su desespero y falta de esperanza hacia el nacionalismo en Cataluña y en el resto de España hacia otros partidos políticos emergentes. Y aquí es cuando, en vez de razonar, mostramos nuestros instintos primarios, que como siempre han sido Dios Patria y no se si decir Rey. ¡Pero que bien les viene a los políticos estos instintos primarios!

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    1. Muchas gracias por tus palabras. Es verdad que dejar al margen los sentimientos cuando se trata de discusiones identitarias es muy difícil, y hace falta....digamos un poco de disciplina para no dejarse arrastrar por las emociones. Algo, que, supongo, es más fácil de lograr cuando se escribe, que no en una discusión de bar, o de café. Pero aún así, es verdad lo que dices. Somos primarios y necesitamos un "culpable", alguien o algo, a quien responsabilizar de una situación que no acabamos de entender muy bien, y poner cara al adversario siempre ayuda. Y, efectivamente, a los políticos les viene muy bien el instinto primario de la gente (¿pan y toros?), porque, mientras nos tiramos los trastos a la cabeza, no nos ocupamos de otra cosa ni miramos hacia arriba, que es de donde vienen de verdad nuestros problemas. Saludos.

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